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Jesús, el buen pastor

“Él dio realmente su vida por mí, murió y resucitó por mí, porque me ama y encuentra en mí una belleza que yo a menudo no veo”.

Los representantes de la Iglesia pueden ganar más o menos dependiente del cargo que tienen.
"Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará". | Foto: Getty Images

11 de may de 2025, 01:37 a. m.

Actualizado el 11 de may de 2025, 01:37 a. m.

Por el prebístero Jhony Muñóz Sánchez, vicario general.

“Mis ovejas conocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen”, la realidad de un pastor, sustancialmente en tiempos de Cristo, no era solo un trabajo o una función, sino un estilo de vida: no se trataba de tener una tarea fija, sino de vivir los días enteros, incluido las noches, con las ovejas, de vivir en adhesión a ellas, es así como Jesús ha venido a vivir en medio del pueblo como el Buen Pastor, el Dios con nosotros y en su manera relacional y cercano, por eso afirma que existe un conocimiento mutuo, cercanía donde nos participa de su amor y que suscita en el pueblo la necesidad de escucharlo, hoy escuchamos las palabras de Jesús cuando leemos el evangelio, cuando oramos, cuando seguimos la enseñanza de la iglesia predicada, cuando celebramos los sacramentos.

“Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará”, estamos en Pascua y hemos tenido la experiencia de la pasión, muerte y resurrección, nos ha dado vida eterna venciendo el pecado y la muerte a través de la entrega de su vida, el ofrecimiento de la vida de Jesús supera todo límite, pues promete la vida eterna, nos dice que las fuerzas del mal no nos vencerán si estamos unidos a él. Acudiendo a las palabras del papa Francisco en su homilía del buen pastor del año 2024: “Pensemos en esto: yo para Cristo soy importante, insustituible, valgo el precio infinito de su vida. No es una forma de hablar: Él dio realmente su vida por mí, murió y resucitó por mí, porque me ama y encuentra en mí una belleza que yo a menudo no veo”.

“El padre y yo somos uno”, ser buen pastor para Jesús no es un autonombramiento, no es un título, no es vanagloria personal, llamarse el Buen Pastor es fruto de la obediencia al Padre Eterno que por amor ha querido salvar a la humanidad, es realización del plan de salvación de Dios trazado para el pueblo, descubrir en Jesús el buen pastor es volver a ver su costado abierto y las palmas de las manos con la marca de los clavos para terminar diciendo: ‘Señor mío y Dios mío’. Es una invitación a orar por la Iglesia y los sus pastores: obispos, presbíteros y diáconos para que sigamos las huellas trazadas por el papa León XIV que ha dicho “para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo”.

Mensaje escrito por el Arzobispo de Cali y sus obispos auxiliares para los lectores de El País.

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