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Autoridad espiritual
Un reconocimiento que se otorga desde la interioridad más profunda, y gratuitamente...

12 de may de 2025, 01:12 a. m.
Actualizado el 12 de may de 2025, 01:12 a. m.
“Una Incontestable autoridad espiritual”: así describió el escritor y sacerdote español Pablo d´Ors al papa Francisco poco después de conocer la noticia de su fallecimiento. Y acertó. Si bien el papa argentino se destacó en muy diversos aspectos, como sus gestos inesperados y atrevidos, su austeridad y sencillez, sus intuiciones pastorales y sus escritos penetrantes, eso que d’ Ors llama “autoridad espiritual” sobresale como un faro en alta mar, dado que vivimos en un mundo en el que muchos navegan la vida entre sombras y oscuridades, como buscando un faro que no hallan.
¿En qué consiste la autoridad espiritual? Pareciera que los dos términos son excluyentes: si hay autoridad, no es espiritual, y si algo es espiritual, no podría estar ligado la autoridad. A esta la relacionamos con poder, control, coacción, imposición, etc., mientras que lo espiritual es como el viento, sopla donde y cuando quiere, nada lo detiene.
En el mundo cristiano occidental la palabra spiritualis es la traducción al latín de vocablo griego pneumatikos, que significa algo relativo a aire, viento, soplo. Eso ayuda a entender que lo espiritual en la vida humana, a diferencia de los conceptos de la geometría, como el de línea recta, no puede ser definido, ya que las definiciones ponen límites al uso de los conceptos, y lo espiritual es como el viento: no lo vemos, pero lo sentimos, sabemos de su presencia porque sopla donde quiere, tiene fuerza propia, es inatajable.
La autoridad espiritual, por tanto, no es una imposición o algo que nos veamos forzados externamente a admitir. Es, más bien, un reconocimiento que se otorga desde la interioridad más profunda, y gratuitamente, a alguien, pero no por el cargo que ocupa o por la función que desempeña, sino por lo que esa persona es, y que se manifiesta de maneras muy diversas en lo que dice, lo que hace, en cómo lo dice y cómo lo hace, cómo vive lo que dice, qué comunica y qué sentimientos profundos estimula en los demás. La autoridad espiritual no solo produce respeto, que de por sí ya es mucho (Kant decía que el respeto es el sentimiento que más se acerca a la moral), despierta sentimientos sobrecogedores que transforman a la gente.
Dice el evangelio de Marcos (1,22) que, cuando Jesús enseñaba, quienes lo oían “se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley”. La autoridad espiritual del papa Francisco se asemeja a eso, de ahí procede. No extraña, entonces, que algunos, aferrados a la letra del dogma, pero lejos de su espíritu, lo hayan acusado de no repetir la doctrina moral de la Iglesia.
El hecho es que, como muchos comentaristas lo han destacado, el servicio de Francisco a la Iglesia y al mundo no se reduce a su doctrina escrita, publicada, comentada y debatida. Esta resulta incompleta si olvidamos los gestos, por demás muy suyos, que lo acompañaron. Esos gestos, por lo que produjeron en millones de personas en todo el mundo, dentro y allende las fronteras del catolicismo, son los que le confieren a Francisco una auténtica autoridad espiritual.
Entre todos destaco el del 10 de abril de 2020, Viernes Santo. Francisco camina solo, completamente solo, por la Plaza de San Pedro, en medio de las preguntas, las dudas y la desesperanza del mundo, y preside así el Viacrucis. Una imagen que anticipaba lo que se venía con la pandemia. El mensaje confirmaba su incontestable autoridad espiritual: no estamos solos, nunca lo estamos.
*Rector Universidad Javeriana Cali
Rector Universidad Javeriana Cali