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Inversión en prevención

La inversión en mitigación y adaptación al cambio climático va más allá de una responsabilidad ética o ambiental; es una decisión financiera prudente que puede proteger y potenciar la economía a largo plazo.

6 de febrero de 2024 Por: Daniel López
Daniel López
Daniel López | Foto: El País

Las personas normalmente cuidamos nuestras cosas. El concepto de la propiedad privada trae consigo el reconocimiento del esfuerzo y trabajo por adquirir un bien y generar valor para la sociedad a través de esa posesión. Por esto, invertimos en medidas que protejan nuestros bienes: seguros contra riesgos, cámaras de seguridad, cerraduras, vigilancia, iluminación, incluso el forro del celular es una forma de prevención ante posibles daños. Más allá de verlos como una pérdida de recursos, lo vemos como una apuesta por cuidar y hacer duradero en el tiempo nuestro patrimonio.

De la misma manera, en el contexto actual, la inversión en mitigación y adaptación se presenta como una decisión financiera estratégica tanto para gobiernos como para empresas. El Foro Económico Mundial menciona cómo el riesgo de desastres, potenciado por el cambio climático, es un riesgo financiero significativo. Esta perspectiva destaca la interconexión entre la sostenibilidad ambiental y la estabilidad económica, promoviendo una inversión proactiva en mitigación y adaptación como una medida preventiva esencial. La inversión en estas áreas no solo reduce la vulnerabilidad a los impactos del cambio climático, sino que también ofrece oportunidades económicas a largo plazo, mitigando los riesgos financieros y promoviendo un desarrollo más sostenible para todos.

El Banco Mundial, en colaboración con la Corporación Financiera Internacional (IFC), ha elaborado un marco de acción para catalizar la inversión privada en adaptación y resiliencia climática. Este marco aborda las estrategias públicas para atraer inversiones privadas en adaptación, proponiendo incentivos, políticas propicias y un entorno habilitador que pueda atraer a inversionistas. Un ejemplo de esto es la experiencia de las Filipinas, donde fuertes tormentas en 2017 hicieron que lloviera más de un metro en solo 3 días. Esto comprometió a EDC, la segunda empresa más grande de energía geotérmica en el mundo, reduciendo su capacidad de generación en un 50%. Viendo la fragilidad de sus instalaciones frente a desastres climáticos, y acompañada por un marco normativo propicio, la compañía invirtió en infraestructura energética resistente al clima y en capacitación a la comunidad en prevención y atención a desastres. Enfoques de este tipo no solo fortalecen la adaptación climática y la preparación de las comunidades vulnerables, sino que también abren nuevas avenidas para la inversión privada en proyectos de adaptación.

La inversión en mitigación y adaptación al cambio climático va más allá de una responsabilidad ética o ambiental; es una decisión financiera prudente que puede proteger y potenciar la economía a largo plazo. Gobiernos y empresas que reconocen y actúan sobre esta premisa no solo contribuyen a la sostenibilidad global, sino que también se posicionan ventajosamente en un mercado cada vez más consciente del cambio climático. Por eso, causa preocupación enfrentarnos a un Fenómeno de El Niño, donde los incendios forestales se dan frecuentemente, viendo noticias de cómo la maquinaria para atenderlos está en malas condiciones y los cuerpos de rescate se encuentran desfinanciados.

Ante la urgencia de combatir el cambio climático, es imperativo que el sector público intensifique su rol habilitador mediante la implementación de incentivos tributarios y la simplificación normativa para estimular la inversión privada en proyectos de mitigación y adaptación climática. Se deben revisar y adaptar marcos legales y fiscales que puedan remover barreras y, al mismo tiempo, ofrecer claros incentivos para que el sector privado pueda desplegar su capital y su innovación en la búsqueda de soluciones efectivas. La colaboración entre el sector público y privado es esencial para acelerar el desarrollo y la implementación de tecnologías sostenibles, infraestructura resiliente y prácticas empresariales que contribuyan a un futuro más verde y sostenible. Se requieren propuestas asertivas que permitan generar transformaciones sin sacrificar el desarrollo económico, que no solo reconozcan la urgencia de la situación climática actual, sino que también faciliten y promuevan una inversión pública y privada significativa. La oportunidad de marcar una diferencia sustancial en el futuro está en nuestras manos hoy.

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