Columnistas
Heliana Portes de Roux
Para sus estudios de etnomusicología, Heliana ha tenido casi como una obsesión el develar las claves de la música del Sur de América y el Caribe, en armonía necesaria con la tradición del Viejo Mundo.
Heliana Portes de Roux llegó hace más de 30 años a Cali, para quedarse. De nacionalidad cubana, ha sido un símbolo de la música local, ya como concertista y profesora titular de la Universidad del Valle, claustro en el que dirigió la Escuela de Música.
De esas primeras visiones y experiencias en Colombia, recuerda con emoción sus travesías por el litoral del Pacífico, donde sus hijos, entonces niños, aprendieron a reconocer el país, y a querer visceralmente esta cultura hija del viento y del tambor.
En el Instituto Popular de Cultura, estuvo vinculada al Departamento de Investigaciones Folclóricas, e inició una labor que aún no termina: el traslado de cintas magnetofónicas a formatos modernos, así como una visión renovada con respecto a los asentamientos de origen africano en el norte del Cauca.
En 2009 publicó el libro ‘¡Para la gloria niñito!’, en el cual compiló jugas, bundes y salves de la tradición afrocaucana. Esta publicación, de muchísimo valor histórico para la cultura de esta parte de Colombia, trae entre sus tesoros la voz de Ana Tulia Olaya, ‘Manato’, la cantora ya centenaria que imprimió a estos cantos su alegría y vitalidad en Mingo y en Villarrica. En el CD que acompañó el libro, cantó en compañía de Leonila Dinaz, Lisbeth Vásquez Mezú y John Lexer Dinaz.
Habanera, Heliana inició estudios a temprana edad, en el Conservatorio Hubert de Blanck. En la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, alcanzó un Magister en Piano y Musicología. Ha centrado su interés investigativo en comunidades afrocolombianas y del Caribe, así como en tradiciones musicales de los nativos peruanos.
Entre sus ensayos más conocidos se cuentan ‘Contradanzas, danzas y danzones’; ‘Criollización en el Caribe’; ‘La cuna del bambuco: el Cauca o la sabana’; ‘Manual para guiar la investigación sobre culturas populares tradicionales’; ‘Etnia y tradición religiosa: las adoraciones nortecaucanas del Niño Dios’; ‘Descubriendo América’ y ‘La construcción de identidades musicales nacionales en América Latina’.
Para sus estudios de etnomusicología, Heliana ha tenido casi como una obsesión el develar las claves de la música del Sur de América y el Caribe, en armonía necesaria con la tradición del Viejo Mundo. De ahí su constante afecto por el fenómeno de lo criollo en Cuba, nación donde a fines del Siglo XIX y en la primera mitad del XX, los músicos nacidos en la isla tomaron los compases llegados de Europa, para imbricarlos con los sonidos propios, hijo de una joven pero poderosa tradición popular.
Escuchar el piano de Heliana en el seguimiento de esa historia que hace de Cuba una potencia cultural en el mundo; es como leer las páginas de Alejo Carpentier en su libro ‘La música en Cuba’, un texto que es necesario reencontrar en la producción musical de Heliana titulada ‘Con mi piano a cuestas’. Para entender mejor la elación de las danzas de Ignacio Cervantes, las creaciones de Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Manuel Saumell y Ernesto Lecuona, entre otros. Su selección ‘Con mi piano a cuestas’ es una de las más hermosas y acertadas compilaciones musicales de los últimos años, pues trae también la obra de Heitor Villalobos, George Gershwin, Samuel Barber, Aaron Copland, Alberto Ginastera, y el colombiano Adolfo Mejía, con su ‘Bambuco en Si’.
“Pedro, mi bisabuelo, estimuló el gusto de mi madre por los compositores cubanos. Él le obsequio las primeras piezas cubanas, como ‘La danza de los tres golpes’ y ‘La berceuse campesina’; le seleccionaba obras para violín y piano para tocar a dúo con Alejandro, mi tío, e inspiró con sus composiciones para guitarras el gusto de mi tío Pedro por ese instrumento”, recuerda Heliana.
Su familia siempre estuvo en torno a la música, y de ahí este recuerdo: “Desde que tengo memoria, recuerdo a mi madre arrancándole notas a un piano. El piano siempre hizo parte de su historia, de su entorno inmediato, de su vida, al punto que podría decir que siempre estuvo enamorada de su piano…”. Su abuelo Helio era funcionario del Ministerio de Educación, con gran aprecio por la música, y su padre, Pedro Portes, fue un renombrado guitarrista clásico.