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Guerrero

Todos tenemos luchas internas... ¡Pero sólo los guerreros espirituales salen airosos de sus batallas!

Miky Calero
Miky Calero | Foto: El País.

20 de may de 2025, 03:00 a. m.

Actualizado el 20 de may de 2025, 03:00 a. m.

El guerrero es el opuesto a la víctima (pobre yo), como el sacerdote (el sabio) lo es al verdugo (el que juzga) o el negociador (el ecuánime) al salvador (el poseedor de la verdad). Hablamos de actitudes que están en nuestras personalidades, no en términos de guerras sangrientas entre humanos, sino la guerra, o, mejor dicho, hablo de la permanente reinvención diaria, dentro de cada uno de nosotros.

Nos hemos acostumbrado a pensar que los “valientes” son los que hablan más duro, pero en una confrontación, el silencio de una persona, muestra que es capaz de controlarse, serena y pacientemente. Todos los malos momentos pasan, así como los buenos, el Yin y el Yang. Lo importante es saber esperar con dignidad y coraje que suceda. Todos tenemos luchas internas... ¡Pero sólo los guerreros espirituales salen airosos de sus batallas!

Un guerrero espiritual es “alguien que vive con determinación y coraje, ya sea escalando montañas o abriéndose paso entre pantanos”. Acepta los altibajos y ve las circunstancias dolorosas como desafíos que se superan, no como mala suerte o par lamentarse como víctima.

Según el budismo, guerreros espirituales se refiere a metáforas y figuras que representan a aquellos comprometidos con el crecimiento espiritual al superar desafíos personales y externos. En el budismo tibetano, estos guerreros encarnan cualidades esenciales para el camino hacia la iluminación, manifestando cualidades como compasión y la tolerancia. No todos los héroes llevan armadura. Para ilustrar aquí va esta historia:

El Sabio y el Samurái: en cierta ocasión un samurái fue a ver a un maestro zen para preguntarle sobre el cielo y el infierno. El señor de la guerra entró en la choza del maestro y lo encontró arrodillado escribiendo ideogramas en un papiro. “¡Quiero saber cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno!”, dijo con voz atronadora. El maestro se mantiene impertérrito en su caligrafía, sin contestarle, sin mirarlo o acusar recibo de la pregunta. “¡¿No me escuchaste?!” exclamó el samurái impaciente, “¡te pregunté cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno!”. El maestro finalmente lo mira con un gesto de disgusto y suspirando mientras mueve la cabeza de un lado a otro, murmura algo y vuelve a concentrarse en su caligrafía.

El samurái incrédulo le gritó: “¿qué dijiste?”; el maestro responde: “Dije que es inútil tratar de explicarte, eres demasiado tonto como para entenderlo”. Fuera de sí, el samurái sacó su espada disponiéndose a decapitar al maestro. Más cuando está a punto de dar el golpe, el maestro lo mira y le dice: “Eso, precisamente eso, es el infierno”. En ese instante, conmovido por la exactitud de las palabras del maestro, el samurái percibe cómo su arrogancia y prepotencia le hacían vivir en un estado de ansiedad perpetua; un infierno. Entonces, con respeto y gratitud, se inclina ante el maestro y le dice: ¡perdona mi torpeza, mi grosería y mi ignorancia! El maestro le responde: “esto, precisamente esto, es el cielo”.

Profesional de la fotografía en el Art Institute de Fort Lauderdale. Trabaja en el programa “OYE CALI” de la X Todelar y el canal Internacional FASHION TV esta emitiendo actualmente en su programa “Phothographer Profile” Un programa de 30 minutos dedicado a su vida profesional. Escribe para el diario El País desde el año 2008.

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