Columnista
Grande
Llevó a cabo reformas importantes: impulsó la electrificación con fuentes renovables, redujo la pobreza y la desigualdad, lideró un programa masivo de vivienda comunitaria, legalizó el matrimonio entre personas de un mismo sexo y regularizó la marihuana.

25 de may de 2025, 12:38 a. m.
Actualizado el 25 de may de 2025, 12:38 a. m.
Se puede estar o no de acuerdo con sus ideas políticas, con las reformas que impulsó, y considerar acertada o un fiasco su gestión como presidente de Uruguay, que no impide reconocer su grandeza. Una grandeza que va más allá de su humildad reflejada en el carro en que se movilizaba, en donar su sueldo a los pobres, y no haberse mudado a la casa presidencial, significativos pero que podrían ser parte de una narrativa populista.
La grandeza de Pepe Mujica, quien acaba de fallecer, se cimienta en otras condiciones que vale la pena enfatizar, empezando quizá por las más importantes: era un defensor de la democracia, las reformas que lideró las hizo respetando las vías institucionales, tenía reservas del sistema capitalista pero entendía su importancia, nunca pretendió aferrarse al poder, era honesto e incorruptible, y una virtud escasa hoy día, no odiaba.
“La democracia no es perfecta, la democracia está llena de defectos porque son nuestros humanos defectos, pero hasta hoy no hemos encontrado nada mejor. Por lo tanto, es fácil perderla y es difícil volverla a ganar. Tienen que cuidarla”, decía. Mantuvo un fuerte respeto por la separación de los poderes empezando por la independencia del judicial. No imponía, convencía; buscaba el diálogo y edificar consensos con los actores políticos.
Cuestionaba las dictaduras, independiente de su ideología. Tan crítico era de Pinochet como de Maduro y Ortega. Decía, refiriéndose al régimen venezolano y nicaragüense: “Lo que me revienta es cuando juegan a la democracia y hacen elecciones, y según el resultado, lo altero, hago fraude o me mando una cagada. O una cosa o la otra”. Mantenía su distancia con los Kirchner en Argentina, y consideraba fracasado el modelo cubano.
Llevó a cabo reformas importantes: impulsó la electrificación con fuentes renovables, redujo la pobreza y la desigualdad, lideró un programa masivo de vivienda comunitaria, legalizó el matrimonio entre personas de un mismo sexo, y regularizó la marihuana. Lo hizo respetando las instituciones, y a sus opositores quienes le cuestionaron algunas de estas iniciativas, la inseguridad, el creciente déficit fiscal y el rezago en infraestructura.
Fustigaba el sistema capitalista pero lo consideraba indispensable para generar riqueza y tener de donde distribuir. “Yo seré socialista pero no soy bobo”, decía. Condenaba sí, el consumismo exacerbado: “Nos la pasamos la vida trabajando para comprar cosas que no necesitamos, se confunden desarrollo con acumular cosas” señalaba. “Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Se meten en una carrera infinita”, decía.
Cuando culminó su mandato, con amplia popularidad, no intentó volver al cargo, aspiró al Senado, desde donde continúo aportándole al país. “El poder es para servir, no para servirse”, decía. No tuvo fines mesiánicos ni se creía salvador del mundo. Tampoco fue el padre de una nueva corriente ideológica, pero se convirtió en un referente ético y de decencia política. “El poder no cambia a las personas, solo revela lo que realmente son”.
“En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: el odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. El odio no construye”, decía. Fundador de la guerrilla Los Tupamaros, pasó 14 años en prisión, siete sin acceso a libros, fue torturado, aislado en aljibes y cajas de hormigón. “Esos años de soledad fueron probablemente los que más me enseñaron”. Hay quienes aprenden y quienes no. Grande Pepe Mujica en un mundo de liliputienses.
Abogado y doctor en política de la Universidad de Oxford. Se desempeñó como Ministro de Educación, Embajador en La Haya, Alto Consejero Presidencial para la Seguridad Ciudadana, y Director de El País de Cali. Actualmente es Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, gremio de la industria de hidrocarburos.