Columnistas
Entre el caos y la victimización
Lo que sí deja claro el gobierno, de nuevo, es que necesita el caos para poder voltear las miradas y no responder por sus grandes errores en el poder.
Está más que claro que una investigación del Consejo Nacional Electoral está lejos de tener la capacidad de remover de su cargo al Presidente de la República. Han sido varios los gobiernos con procesos de investigaciones en el CNE por el manejo de recursos de sus campañas, pero esta vez el presidente ha decidido denunciarlo como un intento de sacarlo del poder.
Según las interpretaciones de varios juristas y analistas, el CNE se está extralimitando. Otros aseguran que está tomando una decisión más política que jurídica. Y casi todos coinciden, críticos y defensores del gobierno, en la necesidad de reformar esa entidad. Pero, por encima de todo, tienen absoluta claridad de que una investigación de esa entidad no tiene las facultades políticas para remover al presidente de su cargo, ni suspenderlo, ni mucho menos de darle un golpe de Estado.
Y es ahí donde entra el engaño. El presidente Petro ha dicho, como tantas veces lo dijo antes, cuando denunciaba supuestos ‘golpes blandos’, que el CNE busca dar un golpe de Estado.
Inmediatamente, pidió a sus defensores salir a las calles y declararse en ‘asamblea permanente’. El tono en sus discursos solo ha subido desde entonces y la beligerancia ha ido ocupando todos los espacios que aún dejaban un lugar para el diálogo y la reconciliación de una nación que enfrenta tantas tensiones.
La explicación es sencilla y la hemos visto en permanente desarrollo durante estos dos años de tanto desgaste. En uno de sus momentos de mayor encierro y radicalización, esta investigación le ofrece al presidente Petro toda la dosis de caos que busca para mantenerse en permanente campaña y alejar la atención de todos los problemas que enfrenta su gobierno. Lo increíble es que todo esto ocurre mientras sus ministros buscan avanzar hacia un ‘gran acuerdo nacional’, mientras que a diario el presidente lanza permanentes ataques e insultos contra todos los sectores con los que debería construir ese pacto.
Lo cierto es que desde que el presidente empezó a denunciar golpes y bloqueos, su poder se mantiene intacto. Su reforma laboral avanza de manera imparable en el Congreso, su candidato a la Procuraduría fue elegido con mayorías aplastantes, su reforma pensional fue convertida en ley y las fuerzas armadas lo acompañan y lo apoyan en todas sus decisiones como Presidente constitucional. El panorama está lejos de ser el de un gobierno que enfrenta conspiraciones golpistas o fracturas que amenazan su futuro. Lo que sí vemos, en cambio, es un estilo de gobierno definido por el capricho y por una preocupante falta de disposición para ser investigado o escrutado por sus acciones desde el poder.
Lo que sí deja claro el gobierno, de nuevo, es que necesita el caos para poder voltear las miradas y no responder por sus grandes errores en el poder. Lo que más le conviene a estas alturas al Presidente es que los temas de la discusión nacional no sean los enormes riesgos de su reforma a la salud, ni el fracaso de la paz total, ni la falta de ejecución de los presupuestos, sino que se hable de golpes inexistentes que le permitan recurrir a la victimización y encontrar solidaridad.
Y así entra en modo campaña para 2026. El mayor error sería dejarnos caer en esa lógica que solo buscará dividir más y más a nuestra nación, y así pavimentar la llegada al poder de un sucesor de su mismo partido.
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