Columnistas
Con el corazón apretado
Difícil aceptar que estos seres irrepetibles, como Samir, nos dejen, pero no cabe la menor duda de que su huella quedará para siempre...
![Aura Lucía Mera](https://www.semana.com/resizer/v2/SVM52OCUG5CUTM4VYVI7GZA2DI.jpeg?auth=8914ee45d0a1f3cf6f163ad8a3055b6f460add4af35b77890015dabf36714b2d&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
Así me siento, extraño nudo en la garganta. Recibí la noticia de la muerte de Samir Camilo Daccach, y algo se congeló por dentro. Unas semanas antes habíamos hablado, me llamaba de vez en cuando para charlar sobre Cali, su ciudad, siempre cálido, amistoso, con una memoria intacta y esa preocupación infinita por la ciudad que tanto amó y le dolió.
Le dolía ver el estancamiento, esa noria en la que giramos sin darnos cuenta, sin visión de futuro. “Antes -me decía-, se podía comprender por qué cada dos años cambiaban de alcalde, pero ahora tienen cuatro años y tampoco se avanza”.
“Aparentemente, somos la capital del deporte, de la salsa, de la rumba, de la cultura, pero todo en desorden, cada uno va por su lado”. “A Cali hay que pensarla, pensarla bien, y despertar el sentido de pertenencia, no existe cada uno a lo suyo, como rueda suelta”, “Cali es una colcha de remiendos, no está hilvanada ni planificada”.
“Por ejemplo, los famosos vendedores ambulantes no son ambulantes, sus puestos están clavados, anclados. Los únicos ambulantes son los vendedores de lotería y frutas. El centro de Cali se redujera si los de centro quieren…”.
Recordábamos anécdotas, fueron conversaciones ágiles, cargadas de sentido, me resisto a aceptar que no lo volveré a escuchar.
Samir, ese gigante mental, un hombre líder, entusiasta, generoso, con una visión de progreso a largo plazo. Su currículum extenso le queda pequeño, porque su corazón era más grande. Fundador de la Facultad de Economía de la Universidad del Valle, fundador de la FES, secretario general de la CVC, presidente de la Cámara de Comercio de Cali, gerente de Textiles El Cedro (fundada por su padre Camilo y Edmond Zaccour), fundador de la Corporación para la Recreación Popular, entre otras cosas.
Recuerdo su entusiasmo cuando Cali ganó la sede para los Juegos Panamericanos. Su aporte fue fundamental para que la Colonia Libanesa donara esa bellísima fuente de agua frente a la Terminal de Transporte, sus ideas para la educación cívica y el embellecimiento de la ciudad. Esos años gloriosos de los 60 y los 70 en los que Cali pasó de pueblo a Ciudad, con C mayúscula.
Sostenía que la responsabilidad de esta ciudad caótica e ingobernable es de todos, de varias generaciones, no es responsabilidad única de sus gobernantes. “No supimos formar líderes que continuaran el proceso de desarrollo de los años setenta”.
Samir Camilo Daccach, su bonhomía, su caballerosidad, su sonrisa eterna, su hogar, su legado. Leo algo sobre su padre Camilo, quien llegó a Cali desde El Líbano, vía río Magdalena. El encuentro con un pariente lejano, Edmond Zaccour, cómo empezaron de cero y cómo esa visión de progreso, disciplina y trabajo fueron el ejemplo de que sí se puede, si existe la pasión, las ganas. Esta ciudad le debe a esta Colonia Libanesa el arranque industrial, el amor con que se adaptaron, todo lo que nos han enseñado.
Difícil aceptar que estos seres irrepetibles, como Samir, nos dejen, pero no cabe la menor duda de que su huella quedará para siempre en esta ciudad que tanto amor.
Posdata: No fui capaz de ir a su funeral. Quiero que sigan sonando en mis oídos sus carcajadas y en mi cabeza sus enseñanzas.
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