Columnistas
Auschwitz
Hago el recuento porque la humanidad pareciera olvidar la tragedia y porque el mesianismo de algunos líderes mundiales hace pensar en el riesgo de que pueda repetirse.
Se cumplieron 80 años de la liberación de Auschwitz, una fábrica de muertos donde los nazis asesinaron a un millón y medio de personas, la mayoría judíos y también a gitanos, homosexuales y miles de personas de minorías étnicas y religiosas.
Diariamente, llegaban trenes con judíos deportados y transportados en vagones para ganado, miles no resistieron el viaje. Al llegar, eran seleccionados según su edad y estado de salud. Quienes, a juicio de los guardias, eran aptos para trabajar, tenían la oportunidad de vivir unas semanas más mientras los niños, los ancianos y las mujeres eran llevados a las cámaras de gas.
Auschwitz funcionó durante cinco años hasta su liberación por el ejército soviético el 27 de enero de 1945.
Hago el recuento porque la humanidad pareciera olvidar la tragedia y porque el mesianismo de algunos líderes mundiales hace pensar en el riesgo de que pueda repetirse. Donald Trump ordenó adecuar las instalaciones militares de Guantánamo para recluir a 30.000 personas que serán deportadas.
Estados Unidos también creó campos de concentración en su territorio donde confinó a su población japonesa americana. Desde 1943 a 1946, durante la Segunda Guerra Mundial, 120.000 personas, estuvieron recluidas allí en un episodio vergonzoso por el que más tarde pidió perdón.
Aunque Guantánamo está lejos de ser Auschwitz, es una prisión. Estados Unidos puede devolver a quien considere, pero a estas alturas de la historia, la humanidad no puede repetir otro campo de concentración.
Nuestro presidente ha aprovechado el tema como caballo de batalla y motivo para unir a los colombianos en torno a esta causa común, y para buscar liderazgo latinoamericano, olvidando la tragedia del Catatumbo, donde miles de colombianos han tenido que salir desplazados o permanecen prisioneros en sus propias parcelas, atrapados en un inmenso campo de concentración resguardado por los grupos ilegales que disputan el control del narcotráfico en la frontera colombo venezolana.
En sus redes sociales, el presidente Petro juega con el comercio del país, que produce millones de dólares y de empleos. Insultar y retar a un presidente megalómano, intransigente y autoritario como Trump (y como el propio Petro) no es la forma de garantizar el respeto a los derechos de los colombianos deportados, es empeorar la situación. Presidente Petro, por favor, cuéntele al país de su grave problema de salud y enfréntelo de una vez. Entregue el celular así como hacen los conductores responsables al entregar las llaves del carro.
Regístrate gratis al boletín diario de noticias
Te puede gustar