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Bojayá revisitada
El día 2 de mayo de 2002, las Farc atacaron el templo (donde se resguardaban más de cien niños y siete mujeres embarazadas)...

7 de jul de 2025, 02:55 a. m.
Actualizado el 7 de jul de 2025, 02:55 a. m.
Han pasado 23 años desde la Masacre de Bojayá, que ocurrió el 2 de mayo de 2002. Casi un cuarto de siglo le ha tomado al sacerdote chocoano Antún Ramos Cuesta escribir esta terrible historia, titulada ‘Bojayá’, para dejarla como testimonio, pues observa “al país al filo de precipitarse de nuevo en la guerra”.
A los más jóvenes hay que recordarles que Bojayá ha sido uno de los episodios más dolorosos de la historia del Conflicto en Colombia, fruto de la disputa entre el Bloque Noroccidental de la guerrilla de las Farc-EP y el Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC.
En medio de los enfrentamientos entre los dos grupos por el control del río Atrato, 500 habitantes de Bojayá se refugiaron en la iglesia del pueblo, donde solo cabían 200 personas. El sacerdote católico Antún Ramos intentó protegerlos, aunque el botiquín tendría unos cuantos Alka-Seltzer, alcohol, vendas y gasas.
Pero el día 2 las Farc atacaron el templo (donde se resguardaban más de cien niños y siete mujeres embarazadas), con un cilindro para gas domiciliario lleno de explosivos, que causó la muerte de 119 civiles y dejó 53 heridos.
Se sintió un golpe brutal. El techo de la iglesia se abrió. Parte de la pared lateral fue destruida por la bomba irregular de las Farc, todo era cemento, roca, lamentos y sangre, “personas intentando levantarse, otros gritando, trozos de cuerpos, brazos, piernas, cabezas, vísceras, vientres abiertos y fetos en las paredes”, describe el sacerdote.
Los sobrevivientes cargaron a los heridos, hasta la casa de las monjas agustinas. “Afuera el ruido de los fusiles y ametralladoras era cada vez más aterrador”, relata el padre Antún, quien tuvo la idea de alcanzar los botes plataneros del río para escapar con los heridos, y cruzar hasta Vigía del Fuerte.
“Yo prefiero que nos maten al menos luchando”, les dijo a los incrédulos. En una marcha de proporciones épicas, juntos avanzaron entre las balas, y cruzaron el río. “Fue un milagro”, narra. Como símbolo de la masacre queda el Cristo de madera de la iglesia, sin brazos ni piernas.
Hoy el padre Antún escribe desde el Chocó, para recordarnos que la paz no llegó. El Estado no construyó las escuelas, ni los hospitales prometidos, y en 2022 volvieron los violentos: el Eln, el Clan del Golfo, los carteles mexicanos y, con ellos, “la posibilidad de volver a despeñarnos en la misma historia de atrocidades”, advierte.
La historia se está repitiendo, y para peor: se multiplica el control territorial de guerrillas, disidencias, bandas criminales y carteles en diversos puntos del territorio nacional. Que el libro del padre Antún, y el Crucificado de Bojayá mutilado, sin brazos ni cuerpo, nos sirvan como recordatorio.
Paola Guevara (Cali, Colombia). Escritora, periodista, editora y columnista de Opinión. Sus novelas 'Mi Padre y Otros Accidentes' (autobiográfica) y 'Horóscopo' (ficción), publicadas en español por Editorial Planeta y traducidas al italiano por Cento Autori, están en proceso de llegar al cine. Tras 21 años de destacada trayectoria en importantes medios de comunicación escritos nacionales y regionales, como Revista Cambio, Cromos, Casa Editorial El Tiempo o El País Cali, entre otros, desde el año 2022 es Directora de la Feria Internacional del Libro de Cali. Asesora en Protocolos de Familia, conferencista, gestora de proyectos editoriales y coach de escritura creativa, en la actualidad vive en Cali y escribe su tercera novela.