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Trump y Petro, el que hace contra el que habla
Esta crisis es inútil para el propio gobierno Petro si hablamos de la política exterior de Colombia y la ambiciosa agenda que él le propuso a los norteamericanos en 2022...

7 de jul de 2025, 02:54 a. m.
Actualizado el 7 de jul de 2025, 02:54 a. m.
El actual estado de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos tiene varias expresiones, todas preocupantes. Es la segunda muy grave desde la posesión del presidente Donald Trump en enero pasado, que terminó con humillación para el presidente colombiano Gustavo Petro. También que, como dijo una fuente de la diplomacia europea residenciada en Colombia, la crisis diplomática coincida con una crisis burocrática, pues Colombia no tiene canciller y Estados Unidos llamó a consultas al encargado de negocios John McNamara. O que Petro no tenga un plan real para salir del problema causado por su impudicia verbal y esté improvisando, acicalándose para una segunda arrodillada.
El 3 de julio Petro anunció que llamaba a consultas al embajador colombiano en Estados Unidos, Daniel García-Peña, en un trino propio del carácter evasivo del presidente cuando hay que asumir responsabilidades y, en cambio, desnuda su carencia de recursos diplomáticos para superar un problema muy concreto: dijo que “un presidente vecino” le advirtió que el secretario de Estado Marco Rubio estaba “organizando” un golpe de Estado. Organizar evoca la idea de plan en marcha, es muy claro.
Petro no ha dicho quién fue el vecino chismoso, o qué evidencia tiene de que Rubio estuviera organizando el golpe. En cambio, el 3 de julio lanzó una espesa cortina de humo invitando a Washington a hablar sobre descarbonización, interconexión eléctrica, protección de la Amazonía, narcotráfico, migración, deportaciones, reforma del sistema financiero internacional, soluciones a la situación de Venezuela, Cuba y Haití, la guerra (‘conflicto’, la llama) entre Rusia y Ucrania, Palestina y una cumbre Celac-Estados Unidos. Pero del problema, nada, una cantidad de temas que, salvo narcotráfico e Israel (no Palestina), están lejos del interés de Trump.
La tibia reculada no sirvió mucho porque el 4 de julio tuvo que decir: “no creo que Marco Rubio esté en un golpe de Estado contra Petro, porque los señores de la extrema derecha que estaban en eso no llegaron a su oficina”. La declaración inicial no decía que Petro “creía” sino que Rubio estaba “organizando” un golpe de Estado; ciertamente usó el recurso cobarde de “se dice”, “se comenta”, “presidente vecino”. Si quiso rectificarse o aclarar, no lo logró.
No hay discusión sobre la importancia de la relación con Estados Unidos, todos los campos: comercio, cooperación, remesas y diálogo político. Tampoco que los países deben relacionarse con igualdad y salvaguardar su soberanía. Pero para eso se necesita diplomacia, no provocar permanentemente crisis porque las consecuencias internacionales no son similares a las internas. Los gobiernos extranjeros tienden a reaccionar de manera fuerte cuando se trata de conflictos con gobiernos de otros países.
Esta crisis es inútil para el propio gobierno Petro si hablamos de la política exterior de Colombia y la ambiciosa agenda que él le propuso a los norteamericanos en 2022, que incluía renegociar el TLC y que eximieran de visa a los colombianos. En abril de 2023 suscribió una declaración conjunta con el entonces presidente Joseph Biden para trabajar, en cambio, climático, energías limpias, migración, lucha contra el narcotráfico desde un enfoque holístico y paz.
Dos años después hay mucha política y poca administración. Un nuevo TLC y la exención de visado solo son sueños húmedos de Petro, como será la pretensión de que Estados Unidos discuta con Colombia los problemas de Cuba, Venezuela, Haití, Ucrania, Palestina y reforma del sistema financiero internacional. Asó es la fractura con la realidad.
Mientras uno solo habla, el otro hace. Washington espera que Petro haga lo que corresponde, patear entre la arena movediza, solo lo hunde más.
Abogado