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Ana Beiba

Sé que en estos momentos tiene problemas estructurales en parte de la casa. También sé que saldrá adelante.

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Aura Lucía Mera

12 de mar de 2024, 02:57 a. m.

Actualizado el 12 de mar de 2024, 02:58 a. m.

Casi veinte años. Barrio Alfonso Bonilla Aragón. Una casa pequeña. Sus bebés, muchos se alimentaban con teteros de agua de panela. Sus familias los habían dejado tirados en la calle, sin documentos. Para que se murieran o jamás se los devolvieran. A esa casa llegaban personas con frutas, verduras. Pocas camas, algunas colchonetas. Un letrero en la entrada decía Fundación para el anciano abandonado.

Pero la historia se remonta. Ana Beiba Lasso Fori, mamá de siete hijos y abandonada por su marido, trabajaba en el Hospital San Juan de Dios, vivía de arriendo. De pronto vio en las puertas del Hospital un anciano tirado en el suelo, desnutrido, nada de papeles. A duras penas podía hablar. Lo recogió y se lo llevó a vivir con sus hijos. Recogió otro y otro. La dueña de la casa le dijo que se fuera porque eso se estaba convirtiendo en un ancianato.

Así nace la Fundación. Así crece, la casa se estira. Dos pisos. Llega a la esquina donde había una ferretería, ya son más de cien ‘bebés’, entre hombres, mujeres, adultos mayores y jóvenes con discapacidad o violadas y maltratadas. Todos recibidos con un amor infinito. Ella los considera un regalo de Dios.

Me impresionó desde la primera vez que fui, la limpieza impecable. No hay olores, hay risas y alegría. Cada uno de ellos es tratado como el único y más importante. Ropa limpia, comida, remedios, camas individuales con sus colchones, almohadas y cobijas. Música. Pantalla de televisión.

Las ‘niñas’ jamás dejan de ser vanidosas. Pintalabios, corte de pelo, pulseritas, blusas de flores, colores alegres. Ellos, también pintosos, coquetos. Hay días de bailes y fiestas. Respeto total. El amor incondicional de Ana Beiba, sus familiares y enfermeras logran el milagro diario de darles una existencia digna. A todos los que llegan…

Ana Beiba, dos veces con cáncer, la fe la curó. Me consta, dos accidentes de carro, mortales para cualquier persona, la dejaron ilesa. Nada ni nadie le quita esa sonrisa, ese abrazo cálido, ese entusiasmo vital. Lágrimas de tristeza cuando alguno de los bebés se muere. Son sus hijos, llegan otros y renace el amor y la dedicación.

Recuerdo una llamada a media noche. Yo estaba en Bogotá, y ella, ahogada en llanto, me dijo que caía un aguacero brutal y el techo de un ala de la Fundación se estaba cayendo, que sus bebes se iban a morir. Recuerdo que el ahora Concejal Roberto Ortiz, todavía no metido en política, le ayudó a reconstruir ese pabellón. Se salvaron los bebés.

La quiero y la admiro. Sé que en estos momentos tiene problemas estructurales en parte de la casa. También sé que saldrá adelante. Hace pocos días le llevaron a esa mujer maltratada como un perro por un familiar, vi las fotos y los videos de Ana Beiba tomándola en sus brazos y dándole comida y cariño. Luego supe que tuvo que internarla en una Clínica. Ojalá se salve y lo que le reste de vida sea rodeada de cariño.

Pienso en esos cientos de ‘bebés’ que alguna vez fueron niños, se enamoraron, trabajaron, tuvieron ilusiones y proyectos, y en la vejez fueron abandonados por sus familiares. Ya estorbaban y a la calle, como los muebles viejos o las frutas podridas. Gracias a esta mujer, encontraron antes de su partida de nuevo la dignidad y el amor.

***

Posdata. Su teléfono es 3164593051. Ropa, víveres, ayuda económica, pañales, donaciones. Conozcan esta Fundación. Una lección de amor incondicional.

Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.

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