Columnas
Amarás a Sara Millerey
La gran revelación y llamado de estos tiempos debe ser asumir que las enseñanzas de Jesús no son solo para unos pocos

6 de may de 2025, 03:01 a. m.
Actualizado el 6 de may de 2025, 03:01 a. m.
El título y los contenidos de esta columna pueden parecer provocadores. Buscan llamar la atención sobre un asunto trágico y doloroso de amplio conocimiento público, pero mi única pretensión es invitar a una reflexión en relación con hechos que es inadmisible que ocurran. Lo anterior, invocando el mandato de Jesús, el más importante de ellos, en el que se nos invita a amarnos, siempre, los unos a los otros.
Todo tiene que ver muy directamente con Sara Millerey, la persona transexual brutalmente asesinada días atrás en Medellín en un hecho lleno de odio, crueldad y discriminación, que sucedió, al parecer, en medio de la indiferencia o la inacción de algunos testigos, que es algo que tiene que estremecernos profundamente a todos.
En mi sentir, la imagen más bella, conmovedora y llena de significado de la reciente Semana Santa que tuvo lugar en Colombia, ocurrió el día jueves, en las horas con que se revive el momento en el que Jesús lava los pies de sus discípulos en una actitud plena de humildad y entrega.
El acto al que me refiero se dio cuando un alto jerarca de la Iglesia Católica, Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y Cardenal primado de Colombia, lavó los pies de un grupo de personas que se autoidentifican como transexuales y que ejercen la prostitución en condición de calle.
Aunque para algunos este gesto puede tratarse de un exabrupto que ofende incluso a algunos fieles y creyentes, yo defiendo firmemente que se haya dado, porque tiene que ver, entre muchas otras dimensiones, con el gran esfuerzo que el fallecido papa Francisco hizo durante su pontificado, en relación con acoger a diversos sectores excluidos y objeto de discriminación y violencia, algo que fue justamente lo que hizo Jesús en su prédica del evangelio.
Puede que el presunto homicida ya esté capturado, pero no estoy seguro de que como sociedad, estemos interiorizando realmente lo que supone convivir con lo diferente, siendo que lo humano es lo que nos es realmente común a todos.
El cónclave que inicia el día de mañana en el Vaticano para elegir a un nuevo líder espiritual de los católicos tiene muchos retos, incluido el de continuar o no, con el gran legado del papa Francisco, que para algunos sectores resulta ser demasiado ‘liberal’ y reclaman ahora por una Iglesia mucho más conservadora, apegada a valores mucho más estrictos y tradicionales.
Pero es ese espíritu de inclusión, generosidad y misericordia (no de juicio y condenación), el que hace posible unirse al dolor de lo sucedido con Sandra Millerey o poder otorgar la comunión a parejas del mismo sexo. “No soy Dios para juzgar a nadie”, dijo siempre el Santo Padre, cuando se le cuestionó por estas ‘audacias’.
La ocurrencia de guerras y múltiples violencias puede significar que no nos estamos tomando en serio el mandato de amar al prójimo (sin distinciones), que es quizás el mayor y más importante legado del paso de Jesús por esta tierra.
La gran revelación y llamado de estos tiempos debe ser asumir que las enseñanzas de Jesús no son solo para unos pocos, sino que ahora estamos todos llamados a ser santos, no en el sentido de tener que ser puros o devotos, sino santos en el sentido de, simplemente, volver a amarnos los unos a los otros.
Nota: en un diario que juiciosamente llevaba Sandra Millerey, está un rastro de su relación cercana con Dios. Escrito a mano se lee: “Señor, no permitas que en mi alma habite el mal y ayúdame a hacer siempre el bien”.
Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario y Ciencia Política y Resolución de conflictos. Ha trabajado con instalacias del gobierno nacional, departamental y local así como entidades internacionales en temas de Convivencia, Reconciliación y Memoria Histórica. A estado en las transiciones de la guerra en varias naciones como Nicaragua y El Salvador y acompañó el proceso de reintegracion a la vida civil del M19 en Colombia