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A precisar los roles
No es para nada correcto que el presidente de Estado Unidos decida cambiar el nombre del golfo de México, por sí y ante sí.

Ante el descarado absolutismo de los monarcas europeos, Montesquieu desarrolló su teoría de la tridivisión del poder a mediados del Siglo XVIII. Para la salud de los Estados, era indispensable separar las funciones Ejecutiva, Legislativa y Judicial para que ellas no convergieran en una sola persona.
Por influencia de los Estados Unidos, Colombia y muchas naciones latinoamericanas adoptaron el sistema presidencialista de gobierno. Precisamente en Estados Unidos y bajo el nuevo gobierno de Donald Trump los expertos constitucionalistas comienzan a quejarse de la excesiva preponderancia de la rama Ejecutiva.
Es que para los temperamentos autoritarios el presidencialismo cae como anillo al dedo. En tres semanas de gobierno el presidente Trump ha dictado numerosas órdenes ejecutivas mediante las cuales y sin pasar por el Congreso, Trump pretende hasta cambiar el mundo, su geografía, sus acuerdos económicos y políticos, etc.
Ya los expertos norteamericanos están solicitando un acatamiento más estrecho al espíritu de la Constitución de 1787 y sus 27 enmiendas. No han sido pocos los enfrentamientos de Trump con las otras ramas del poder público. Los múltiples cargos formulados contra él por los jueces han sido respondidos con burlas y retos, pues Trump aboga por la inmunidad total del Presidente.
Pasada la catarata de exabruptos de Trump, comienza una lluvia de demandas a nivel interno de ese país y la reacción en cadena de las naciones que se sienten agraviadas por las políticas unipersonales del presidente de Estado Unidos.
Colombia no se escapa de los estragos del ejercicio preponderante del poder Ejecutivo. Las relaciones de presidencia y Congreso han sido mucho más pugnaces que en cualquier época del pasado reciente. El irrespeto y desacato a las decisiones judiciales marcan también una etapa de desconocimiento de la separación de poderes.
Se va imponiendo en el mundo democrático la necesidad de precisar los roles que tienen que desempeñar presidencia, congreso y jurisdicción. No es para nada correcto que el presidente de Estado Unidos decida cambiar el nombre del golfo de México, por sí y ante sí. Como tampoco es aceptable que el presidente de Colombia diagrame una agenda caprichosa que lo lleva a Haití, o al golfo Pérsico, sin justificar para nada sus desplazamientos.
Se ve aparecer de nuevo la figura del ‘ombudsman’ como gran controlador ético y moral de la actuación de los presidentes. En Estados Unidos ciertas iglesias protestantes como los menonitas en asocio con feligreses judíos han demandado al gobierno de Trump como protesta por sus abusos contra inmigrantes.
Entre nosotros la insatisfacción contra los atropellos del gobierno es cada día más extendida: gremios, pacientes del moribundo sistema de salud, estudiantes que se ven frustrados por falta de financiación, generadores y distribuidores de energía y un largo etcétera.
Se reitera que llegó la hora de fijar controles al ejercicio del poder presidencial para que nunca desde un trasnochado teléfono celular se generen órdenes inconsultas y perjudiciales para todos.
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Quienes admiramos al papa Francisco, quienes reconocemos su gran labor al frente de la Iglesia y en presencia de su actual y grave enfermedad, nos permitimos recordarle con todo respeto a Su Santidad que llegó la hora de su retiro.
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