Las cadetes que le apuntan a ser campeonas mundiales de tiro deportivo

Respiran lento. Pausado. Por tiempos. La mirada fija en un blanco a 10 metros. O a 25, según sea el caso. Pulso firme. La mano derecha la corre, digamos, dos milímetros. Una nueva respiración. El dedo índice sobre el gatillo. Nada más existe a su alrededor. La tropa que pasa al trote a unos cuantos metros no existe. Tampoco existe la enérgica voz que guía a los soldados dando las instrucciones. Son ellas, sus armas y sus blancos.

Las cadetes Paola Díaz Calderón, Diana Marcela Amaya y Daniela Quipo son las mejores del equipo de tiro de la Escuela Militar José María Córdova y representaron al país en el Campeonato Suramericano que se celebró en Ecuador llegando a lo más alto del podio. Su próximo reto será en Cali, en octubre, en los juegos interescuelas.

“En el momento de pararse en la línea de tiro debemos estar conectadas con nuestra arma, si estamos nerviosas es donde cuenta la respiración”, comenta Paola Díaz Calderón, nacida hace 22 años en Pereira, Risaralda, y quien reconoce que a pesar de ser viejas conocidas en los campos de tiro deportivo siempre se sentirán nervios.

Son especialistas en pistolas neumáticas, un arma que no supera los 500 gramos de peso. Su munición se le conoce como diábolo. Diminuto. Como minúscula también es la diana: apenas un centímetro de diámetro. Y a ese reducido círculo es al que le tienen que apuntar y acertar.

10
o 25 metros es la distancia entre el tirador y el blanco.

500
gramos. Eso es lo que puede llegar a pesar un arma.

El sargento primero en retiro Lelio Horacio Niño es el entrenador actual de tiro de la Escuela. Su recia voz contrasta con su lúdico método para instruir no solo a las cadetes, sino a los otros 15 integrantes del equipo.

Por ejemplo, para fortalecer el tema de la concentración ubica detrás de la línea de tiro a un grupo de uniformados para que hagan todo el ruido que les sea posible. Cantos, gritos, alaridos, susurros al oído. Todo lo posible para desequilibrar a las deportistas.

“Son excepcionalmente disciplinadas y trabajadoras salidas del contexto general del personal que se encuentra en la Escuela. Son más disciplinadas que cualquier otro cadete. El tiempo que tienen libre lo dedican a entrenar”, cuenta Niño.

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El entrenamiento es a diario. En los primeros 15 minutos se hace estiramiento y activación física. Luego se ubican en el cubículo de tiro que les asignan, pero antes de preparar el arma dedican cinco minutos a una relajación con el fin de bajar las pulsaciones. De acuerdo al día, hacen ejercicio de estática que no es más que sostener la pistola en dirección del blanco y disparar en seco, es decir sin munición.

La cadete Quipo, oriunda de Bogotá y criada únicamente por su madre, tiene 21 años y lleva dos en la Escuela gracias a una beca que logró debido a su destreza en el tiro deportivo. La primera vez que tuvo un arma en sus manos hacía parte de la escuela de suboficiales del Ejército.

En la convocatoria participaron 50 mujeres, tras los filtros quedaron 11, quienes participaron en una nueva convocatoria en la Escuela de Artillería, ubicada en el sur de Bogotá. En esa instancia se destacó por su precisión y fue incluida en el equipo de tiro.

“La instrucción de los entrenadores fue fundamental en mi proceso. Nunca había usado un arma y sus conocimientos fueron vitales para todo esto. Nunca pensé llegar tan lejos (…) mi primera medalla fue en los Interescuelas en Coveñas, Sucre, representando a la Escuela de Suboficiales”, cuenta.

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En Ecuador, a la par con la medalla de oro que obtuvo haciendo parte del equipo nacional, logró la presea dorada en la modalidad individual.

El turno en la línea de tiro es para la nacida en San José del Guaviare, la cadete Tique. Su puntaje más bajito en la ronda de entrenamiento fue de 8. Del resto, hizo blanco dos veces en el 10 y otras dos en el 9.

“En mi familia aún no la creen, porque en mi hogar no hubo ni una pistola de agua y la zona de la que vengo es algo compleja, por lo que el tema de las armas es algo que no se toca mucho, pero por haber ingresado a la Escuela Militar y gracias a este deporte nos podemos dar cuenta que el uso de las armas no siempre es para hacer cosas malas”, cuenta mientras desarma la pistola con destreza y sin equivocaciones.

Su récord personal es de 567 sobre 600. En noviembre pasado se coronó campeona de Juegos Nacionales con tres medallas de oro, una plata y un bronce. Representó a las Fuerzas Militares y sus competidoras eran de las ligas departamentales en un torneo que se celebró en la población cundinamarquesa de Nilo, cuyo clima, en promedio, bordea los 27 grados. Una caldera hirviente que puede desconcentrar a cualquier deportista.

“El factor clima no influyó tanto en la competición de arma neumática, porque era bajo techo; pero sí en la de tiro con pistola calibre 22 porque el polígono, ubicado a 25 metros, estaba en campo abierto y cuando hay mucho sol tiende a cambiar mucho el escenario”, describe Amaya.

Pericia, habilidad, experiencia y talento mezclados con altas dosis de disciplina y auto exigencia ha hecho de estas tres mujeres unos baluartes y unos modelos a seguir en el tiro deportivo. A la par con esas cualidades están sus objetivos y de saber que pueden ser ejemplo para miles de niñas que quieren ser como ellas.

“No hay limitaciones, cuando uno quiere las cosas las puede lograr. No importa su origen. Uno tiene que luchar por sus sueños, así me lo dijo mi mamá (Amelia) si usted quiere algo, luche por ello con sus objetivos claros. Yo, por ejemplo, quiero y trabajo para ser campeona mundial”, concluye Quipo.