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Economía

Aranceles de Trump: una estrategia para devolverle a Estados Unidos su capacidad industrial

Aunque el Presidente de EE.UU. parece loco, en realidad no lo está. Opinión de un experto

Isaac Niño, consultor económico habla de la política arancelaria de Donald Trump.

Foto tomada de Linkedin
Isaac Niño, consultor económico habla de la política arancelaria de Donald Trump. Foto tomada de Linkedin | Foto: Linkedin

Adriana Maria Becerra

15 de abr de 2025, 12:04 a. m.

Actualizado el 15 de abr de 2025, 12:11 a. m.

Columna de opinión escrita por el consultor Isaac Niño

El pasado 2 de abril se desató la tan anunciada guerra comercial que el mundo venía anticipando. Casi todos los países con relaciones comerciales activas con Estados Unidos, salvo excepciones como Rusia, Corea del Norte y Siria, ya sujetos a sanciones, fueron gravados con aranceles de al menos 10 % sobre sus exportaciones hacia el país norteamericano.

¿Qué estará pensando Trump al tomar una medida tan radical?

Desde mi punto de vista, puede parecer impulsivo ante el ojo común, pero detrás hay una estrategia estructurada, con dos objetivos claros y profundamente patrióticos.

El primero es, sin duda, devolverle a Estados Unidos la fuerza que perdió en los últimos 50 años. Entre 1950 y 1999, la economía estadounidense era dominante a nivel mundial, y todas las potencias de hoy estaban muy lejos de alcanzarla. La Unión Soviética había caído, Europa luchaba por consolidarse en torno al euro, y China aún estaba a medio construir. Hoy, el protagonismo se ha desplazado hacia Asia, Rusia mantiene una posición de poder, incluso después de tres años de guerra contra Ucrania y sus aliados, y los estadounidenses han visto su país “invadido” por múltiples culturas y desafíos económicos sin resolver. Si bien la base de la economía norteamericana es la migración, hoy en día se les volvió un problema.

Al imponer aranceles, encarece los precios a los consumidores. Sin embargo, abre la puerta para que empresas que habían migrado su producción al extranjero regresen, creando nuevas plantas dentro del país o reactivando las existentes. Esto generará más empleo, mayor producción, una oferta ampliada de bienes y servicios, y, por ende, una menor inflación y un menor déficit fiscal a mediano y largo plazo. A corto plazo, habrá un aumento de la inflación e incertidumbre económica, como ya lo reflejan las bolsas de valores a nivel mundial.

La inflación no subirá en la misma magnitud del arancel; entre el productor y comercializador parte del aumento de precio será diluido, eso lo tiene claro Trump o al menos está en sus cálculos.

El segundo objetivo, menos evidente, pero igual de importante, es devolverle a Estados Unidos su capacidad industrial de defensa. Durante la Segunda Guerra Mundial, el país ganó protagonismo global al reconvertir su capacidad de producción civil en una máquina de guerra altamente eficiente que aplastó a los países del eje. Hoy, esa capacidad ha disminuido significativamente. Muchas fábricas llevan décadas inactivas y gran parte de la producción está tercerizada.

Si hoy estallara un conflicto a gran escala, EE.UU. no contaría con esta misma capacidad de reacción. Trump, al intentar reindustrializar al país, estaría apostando también por su seguridad nacional. No están indefensos, pero no son los mismos.

Después de Dios, Trump tiene acceso a innumerables fuentes de información privilegiada a nivel global. Resulta ingenuo subestimar su visión de la economía global. Tal vez el resto del mundo observa desde la planta baja, mientras Trump lo hace desde el penthouse. ¿Por qué LATAM fue la menos golpeada? Loco no es, se los aseguro.

Adriana Maria Becerra

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