Cultura
El herbario íntimo del artista caleño Miguel Böhmer que se expone en Bogotá
El artista caleño expone su obra en la Galería Alonso Garcés de Bogotá, una serie de imágenes personales dedicadas a la naturaleza.

El arte de Miguel Böhmer es tenue, mesurado, con una apariencia inofensiva, pero que observado en detalle, descubre un universo de sugestiones y sensualidad poderosa, como en su más reciente serie artística llamada ‘Naturaleza humana’, que el dibujante, pintor y diseñador caleño está exponiendo por estos días en la Galería Alonso Garcés (Cra. 5, # 26B-92) de Bogotá, y que irá hasta el 31 de mayo.
Desde 1992, su obra ha sido exhibida individual y colectivamente en destacados museos y galerías. Böhmer se formó en Bellas Artes en la Universidad de los Andes en Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en Studio and Environmental Art en la Universidad de Nueva York.

Tras su estadía en Nueva York, regresó a Colombia, donde combinó su labor artística con el trabajo en medios impresos. Fue editor creativo de varias revistas, entre ellas Semana Colección, y colaboró editorialmente con Fucsia y Axxis. Esta experiencia le permitió desarrollar un profundo sentido de la composición, explorando formas, texturas y colores, elementos esenciales en su obra.
En 2003, se trasladó a París, donde trabajó en la industria de la moda con prestigiosas casas como Chloé, Saint Laurent y Givenchy. En 2010, asumió el cargo de Area Manager en Celine, para el sur de Europa y Medio Oriente. A los pocos años dejó este cargo y se enfocó por completo en la creación artística.
El artista colombiano, radicado en Francia, habló sobre su estilo íntimo y natural reflejado en esta exposición.
¿Qué le inspiró de los herbarios científicos para realizar su propia obra?
Siempre me ha fascinado la forma en que la ciencia organiza visualmente el mundo natural. Los herbarios del Siglo XVIII, en particular los franceses, poseen una belleza silenciosa y una meticulosidad que me atrajo profundamente. No los vi solo como documentos científicos, sino como gestos de contemplación.

En mi obra, los reinterpreto desde lo íntimo: me interesa crear un sistema visual que clasifica no desde lo racional, sino desde la emoción, desde la sensualidad de las formas. Son estructuras botánicas reinventadas que buscan evocar, no describir.
¿Por qué decidió invertir las técnicas y hacer el acabado de sus obras con lápiz?
Invertí el orden tradicional –donde el dibujo suele ser la base y la pintura el acabado– para romper con la idea de inmediatez. El lápiz me permite trabajar con lentitud y precisión, generar capas de color que revelan texturas, atmósferas y matices. Esta inversión me lleva a una estética más íntima, donde la imagen no grita, sino que suspira. Hay una tensión entre lo seco del pigmento y lo húmedo de la atmósfera representada que me interesa explorar visualmente.
¿Cuál es la importancia de la transparencia en su obra?
La transparencia es esencial. Me permite construir profundidad en el plano sin recurrir a la perspectiva tradicional. A través de las capas de color y las veladuras, genero una sensación de humedad, de suspensión, de algo que está a punto de revelarse pero nunca del todo. Esa cualidad efímera y viva de la imagen es central en mi trabajo. Quiero que la superficie de la obra parezca respirar.
¿Cómo la estética de los hongos transmite humanidad en sus obras?
Los hongos tienen una morfología ambigua, sensual. Al darle tonos piel, sus formas remiten al cuerpo humano, pero también a lo desconocido. Hay algo de lo orgánico, de lo vulnerable y lo vital en ellos. En mis obras, no son ilustraciones de especies, sino presencias cargadas de emoción. Funcionan como metáforas del cuerpo, de la transformación, de lo oculto.
¿Por qué los champiñones?
Los champiñones representan para mí un mundo intermedio, ni vegetal ni animal, entre lo visible y lo invisible. Son redes subterráneas, cuerpos transitorios, conectores silenciosos. Me interesan simbólicamente como formas de resistencia, como estructuras vivas que se regeneran y adaptan. En esta serie, los uso como símbolo de lo mutable, de lo que escapa a las clasificaciones rígidas, y también como una presencia poética profundamente conectada con la tierra y con lo humano.
¿Cómo considera que está afectando la IA al arte en la actualidad?
La inteligencia artificial es una herramienta poderosa que está cambiando las formas de producción visual. Pero para mí, el arte sigue siendo una manifestación del alma. Lo verdaderamente artístico ocurre cuando hay una intención sensible, una mirada única detrás de la obra.

En un mundo saturado de imágenes generadas por algoritmos, lo humano –lo imperfecto, lo emocional, lo ambiguo– se vuelve aún más valioso. El arte, más que una imagen, es una experiencia compartida.
¿Cómo está compuesta la serie Naturaleza Humana que expone en Bogotá?
Es una selección de piezas trabajadas principalmente con lápiz de color sobre lino, un soporte que me permite explorar la materialidad de forma sutil. Son alrededor de 81 obras, de pequeño, mediano y gran formato. En todas, el color se deposita en capas sucesivas, permitiendo veladuras, transparencias y transiciones suaves que reflejan la incidencia de la luz sobre las formas. La técnica, aunque rigurosa, me permite trabajar con una atmósfera casi pictórica, alejándome del dibujo convencional.
¿Cómo fue el proceso para la realización de estas obras?
El proceso fue extenso y pausado. Cada obra me llevó varias semanas, incluso meses. La técnica que utilizo no permite atajos: requiere tiempo, paciencia y un ritmo casi meditativo. La motivación inicial surgió del deseo de profundizar en la relación entre ciencia y arte, y en cómo la observación puede transformarse en experiencia estética.
Quería construir imágenes que respiraran que no solo representaran formas naturales, sino que las transformaran en una experiencia sensorial.
¿Cómo nació su vocación artística, alguna anécdota al respecto?
Desde niño sentí una atracción por el dibujo y la observación. Recuerdo pasar horas viendo ilustraciones en libros de biología y tratando de reproducirlas. No era solo copiar, era una manera de entender el mundo. Esa curiosidad se fue transformando en una necesidad de crear, de explorar lo visual como un lenguaje propio. Con el tiempo, entendí que el arte era mi forma de pensar y de estar en el mundo.
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