Entretenimiento
Cuando se ‘enredan’ las relaciones de pareja por culpa de las redes sociales
En las dinámicas de pareja siempre hay un ‘tercero’, de niños teníamos a nuestros padres; en la actualidad, hay un smartphone en medio de dos que dicen amarse.
Las redes sociales llegaron para quedarse en las relaciones humanas y de parejas. No es extraño hoy en día que muchas personas se conozcan por medio de las mismas o que un “Me gusta” signifique un acto de admiración hacia el otro.
Según las cifras, el 78 % de la población mundial de 10 años en adelante tiene un teléfono celular. En Colombia, hay 65,75 millones de dispositivos, lo que indicaría que cada colombiano posee en promedio, 1,2 celulares; por lo menos un teléfono, según el informe estadístico elaborado por Branch.
Esto quiere decir que, cuando se llega a convivir en pareja, al menos los dos disponen de un celular, que hasta pudo haber servido para conocerse. Pero el uso de dicho dispositivo en las relaciones de pareja en muchas ocasiones puede convertirse en algo problemático, ya sea por el tiempo de uso que le damos o porque es un medio para serle infiel al otro.
“Para las parejas en la actualidad, los medios tecnológicos, en esencia las redes sociales, se han convertido en un elemento central para intentar buscar otra forma de vincularse. Las parejas ahora, al decir ‘Te amo’ o ‘Te quiero’, que son expresiones de cariño, no lo hacen mirándose directo a los ojos, sino mirando un emoticón o al celular”, explica Christhian Tabares-Hernández, psicólogo magíster en Psicología de la Salud y Doctorando en Sexualidad Humana de la Universidad Nexum, de México.
Las redes sociales han llegado para quedarse como el ‘tercero’ en las relaciones de pareja. El hecho problemático del uso de estas surge de acuerdo a cómo se hayan establecido pactos para el uso de las mismas. “Las problemáticas tienen que ver con los excesos o las cantidades de qué tanto se usan, cómo se usan y que esto tiene un impacto importante para las parejas”, explica Tabares-Hernández.
Y reflexiona sobre el impacto de las redes sociales en las relaciones de pareja. Según su análisis, estas pueden cumplir diversos fines: desde la diversión y la distracción, hasta el escape de realidades incómodas dentro del vínculo amoroso. El uso excesivo de las mismas puede reflejar problemas no resueltos y, en algunos casos, las redes se convierten en el ‘tercero’ en la pareja.
Desde su perspectiva teórica, Tabares aborda las relaciones de pareja a través de la tríada, concepto que también se aplica en la infancia con la figura del padre, la madre y el hijo. En una relación de pareja siempre hay un ‘tercero’, que puede ser un elemento subjetivo (la relación entre el sujeto y el objeto), un elemento intersubjetivo (la relación entre las dos personas) o, en un contexto más amplio, un elemento transubjetivo, según lo planteado por la autora Janine Puget.
Tabares comparte el caso de una pareja que atendió en consulta, donde el problema no era una infidelidad, sino un ‘tercero’ en la relación: los videojuegos. Aunque no se trataba de una persona, sino de una actividad, ese ‘tercero’ generaba celos y tensión en la pareja.
”La mujer sentía que su pareja encontraba más satisfacción en los videojuegos que en la relación con ella, lo que revelaba problemas más profundos en su vida sexual y en su conexión emocional”, cuenta y explica que este ejemplo resalta cómo las tecnologías pueden convertirse en obstáculos simbólicos que interfieren en la convivencia y la relación.
Según Tabares, siempre hay un tercero en las dinámicas de pareja, y no siempre es una persona; puede ser un trabajo, un automóvil, un padre o incluso las redes sociales. Identificarlo es una tarea compleja, pero crucial para comprender las dinámicas de poder y control dentro de la pareja.
Resalta que aunque puede haber reglas mínimas sobre el uso de las redes sociales, estas forman parte de la privacidad del otro. La idea de que “mi pareja me pertenece” refleja una dinámica de posesión que no es saludable. Controlar al otro a nuestra imagen y semejanza no tiene que ver con una relación en sí, sino con una relación con uno mismo, donde la necesidad de control surge de inseguridades personales.
Tabares menciona que muchas parejas sostienen su relación a través de dinámicas de dominación y sumisión, lo que algunos autores denominan “colusiones”. “Quien domina también puede ser controlado de manera inconsciente por quien se deja dominar. Esto refleja una forma de equilibrio patológico en la relación, donde ambas partes, consciente o inconscientemente, encuentran una forma de sostenerse a través de estos roles”, afirma.
Y aunque este tipo de vínculos afectivos pueden parecer disfuncionales, en muchos casos, las parejas logran mantenerlas por años, ya que ambos encuentran formas de satisfacer sus propias necesidades a través de la dinámica de poder.
En cuanto al uso de redes sociales, Tabares enfatiza que publicar o no fotos de la pareja no debe ser motivo de conflicto. Si uno de los dos decide no publicar nada en redes sociales, esto no implica infidelidad ni ocultar algo, sino simplemente una preferencia personal. La dinámica de la relación no debe depender de lo que se publica en las redes, y es importante que ambos lleguen a acuerdos claros y transparentes sobre este tema.
Recomendaciones
El doctor Christhian Tabares subraya que es fundamental que las parejas respeten las decisiones individuales sobre lo que se publica o no en redes, así como las interacciones que tienen en ellas, como darle “like” a las publicaciones de otras personas.
Señala que el problema surge cuando uno de los miembros de la pareja ignora las publicaciones de su pareja mientras interactúa con otras personas en las redes. Esto puede generar incomodidad, lo que sugiere que debe haber un respeto mutuo y acuerdos.
Resalta valores esenciales en la relación, como el respeto, el afecto y la tolerancia. Explica que se deben establecer acuerdos sobre el uso de las redes sociales y otras tecnologías. Urge definir límites y consensos sobre el uso de estas herramientas para evitar conflictos.
El uso de redes sociales puede convertirse en una forma pasiva de violencia, cuando uno de los miembros ignora al otro o le dedica menos tiempo.
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