Nación
Estos son los objetos que utilizaron los niños indígenas para sobrevivir en la selva del Guaviare
Se pudo conocer que en el tetero estaba la leche que la mamá de los niños le había llevado al más pequeño.
Con el paso de los días se siguen conociendo detalles asombrosos acerca de la manera como lograron sobrevivir los 4 niños indígenas, quienes se accidentaron en una avioneta el día 1 de mayo en las selvas del departamento del Caquetá, en los límites con el Guaviare.
De acuerdo con lo que le contó a SEMANA el abuelo de los pequeños, Narciso Mucutuy, ellos decidieron permanecer en la aeronave durante algunos días con la esperanza de que llegarían muy pronto a rescatarlos.
Entre los elementos que tenían para asegurar su supervivencia estaban tres libras de marinitas y polvo de yuca, pero después de algunas jornadas estos víveres se agotaron y por eso la mayor de ellos, una joven de apenas 13 años de edad, tomó el liderazgo del grupo para empezar esta tremenda odisea que los tuvo caminando por una selva virgen plagada de peligros durante más de un mes.
Acerca de la menor de 13 años que lideró la travesía por la selva, su abuelo indicó:
“Sí, es una niña muy berraca, nosotros los indígenas desde los tres años ya empezamos a enseñar poquito a poquito, cuando ya tienen cinco años nosotros los sacamos a la selva, los llevamos en un potrillo, acá se dice lancha. Los llevamos por el río enseñándolos a pescar, por el monte enseñamos a comer frutas, qué fruta se come, qué fruta no se come, hay frutas venenosas. Lo mismo, les enseñamos cuándo se saca la piña; cuándo está madura, cuándo está verde, cuándo es astillosa, cuándo puede chuparse, todo eso les enseñamos”.
También se pudo conocer que en el tetero estaba la leche que la mamá de los niños le había llevado al más pequeño, de 11 meses de nacido, para darle de merienda durante el viaje en la avioneta. Por lo que su hermana intentó dosificarlo para que le durara la mayor cantidad de días posible.
Después de que se acabó, la joven buscaba agua y se la ponía en el biberón a su hermanito para que estuviera siempre hidratado. Sin embargo, en una de sus largas caminatas este se les cayó y por eso la niña acudió a su ingenio para elaborar una especie de copa con las hojas de los árboles, a la que le rompía la punta para facilitarle al pequeño la tarea de beber.
Estos 40 días en la selva se convirtieron en una difícil prueba para los hermanos Mucutuy, especialmente para la mayor de ellos, quien se convirtió en la guía y protectora para los niños de 9, 4 y 1 año; quienes a menudo lloraban por el frío, el hambre, el cansancio y las heridas que tenían por el fuerte impacto de la avioneta.
Ante este panorama, la lideresa de este grupo de obligados expedicionarios de la espesa selva entre Guaviare y Caquetá, los envolvía en pedazos de tela de la ropa de su mamá que había podido rescatar de la aeronave, para darles algo de consuelo y fuerzas para seguir su camino.
Su objetivo era encontrar una corriente de agua y seguir su curso hacia un río de mayor tamaño, ya que esto seguramente les permitiría hallar pescadores o casas en su ribera donde pudieran ser auxiliados; no obstante, la zona en la cual se accidentó la avioneta es una selva virgen y densa que no cuenta con comunidades asentadas a su alrededor.
Algunos de los elementos que encontró el Ejército Nacional durante la búsqueda de los menores como moñas para el cabello, tijeras, palos y trozos de tela; dan idea de la pericia de la adolescente para construir los cambuches en los cuales pudieron refugiarse de las inclemencias de la selva y lograron descansar con cierta seguridad.
Aún queda mucho por conocer acerca de esta historia que parece sacada de una película, la cual se inició el pasado 1 de mayo cuando una avioneta tipo C206 de matrícula HK 2803 se estrelló en las selvas de Colombia.
Debido al brutal impacto fallecieron los tres adultos que viajaban en la aeronave; Hernando Murcia Morales quien era el piloto de la compañía Avianline Charter’s, Magdalena Mucutuy Valencia la madre de los cuatro niños que sobrevivieron, y Herman Mendoza Hernández que se desempeñaba como director de la fundación de profesionales indígenas Yetara.