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Con escoba en mano, los caloteños respondieron unidos tras el ataque con explosivos en pleno parque principal
La misma comunidad se unió para limpiar la zona que terminó afectada por la fuerte explosión registrada el pasado fin de semana.

Francisco Calderón
6 de may de 2025, 01:12 a. m.
Actualizado el 6 de may de 2025, 01:13 a. m.
La fuerza de los corazones de los caloteños es imparable, por eso la esperanza y el amor a su municipio no los detienen ni los bombazos de la guerra que ahora se vive en este y otros poblados del norte del Cauca.
“Es nuestro pueblo, somos lo que somos gracias a Caloto, entonces después de semejantes daños nuestra respuesta es el trabajo comunitario para seguir adelante, por eso nos unimos a la limpieza de las calles donde se presentó esa explosión, es más que un deber, es el amor que sentimos por nuestro municipio”, expresa Julio Correa, habitante de este poblado al explicar su participación en esta jornada.

Cuando el estruendo de una explosión sacudió el centro municipio, muchos pensaron que el miedo volvería a imponerse en la región, como sucedía años atrás, cuando se sabía que la guerrilla estaba en su confrontación.
Sin embargo, a la mañana del día siguiente del ataque con la motobomba, lo que se impuso fue la esperanza y la solidaridad entre la comunidad, de ahí que sin convocatorias oficiales, ni discursos políticos, los mismos residentes respondieron ante estos daños con escobas, palas y flores, en un acto cívico que demostró que la paz no solo se defiende con palabras, sino con acciones; y estas no vienen de los dirigentes, ni las autoridades, sino de la población civil.
Y es que el artefacto que estalló frente a la Casa Cural, a escasos metros de la imagen de la Niña María, símbolo espiritual del municipio, pretendía sembrar terror. Pero lo que brotó fue resistencia ciudadana.
Por eso Don Jesús, doña María, los niños, los jóvenes, los funcionarios y los líderes comunitarios llegaron al parque principal, impulsados por una convicción más fuerte que cualquier explosivo: el deber de reconstruir, de sanar, de no rendirse, de pelear por su municipio, porque quieren sencillamente vivir tranquilos.
En medio del silencio laborioso, la comunidad transformó el dolor en dignidad. Las manos recogieron escombros mientras los ojos se encontraban con complicidad. No hubo barricadas. No hubo odio, solo el comportamiento de recoger los escombros entre todos para recuperar el lugar para su que poblado continué con esa imagen turística.
De ahí que hubo organización, voluntad y una fe inquebrantable de que los responsables de estos actos entiendan de una vez por todas que quieren vivir tranquilos en su municipio.

“Por eso el alcalde Óscar Hernán Cifuentes, junto a concejales, secretarios y funcionarios, no llegaron para posar para cámaras, todo lo contrario, los funcionarios caminaron entre los ciudadanos, escucharon, colaboraron, dieron la cara. Porque gobernar también es estar presente cuando más se necesita. En Caloto, gobernar es barrer el miedo con los vecinos y plantar flores sobre las ruinas”, expresaron los pobladores durante esta jornada.
Todo esto se dio mientras la figura de la Niña María permanecía intacta, custodiada por la comunidad. Tal vez porque, como el espíritu del pueblo, es inquebrantable. Porque en Caloto, la fe está arraigada en tierra firme, y la paz no es un ideal abstracto: es una práctica diaria, una herencia que se honra desde temprano, con escoba en mano y esperanza en el corazón de que ningún actor armado les arrebate su municipio, menos su tranquilidad.
“No hay cifras que midan lo que ocurrió en esta jornada espontánea. Pero lo que se vivió en esa plaza es una declaración poderosa: Caloto no se deja vencer. La violencia quiso romper, pero el pueblo eligió unir. Eligió hablar con acciones, no con gritos. Con presencia, no con miedo. Caloto respondió. Y lo hizo como solo los pueblos valientes saben hacerlo: con dignidad, con fe, y con paz” agregaron los pobladores al contar cómo fue esa jornada de limpieza.

Francisco Calderón
Soy comunicador social de la Universidad Santiago de Cali y periodista radicado en Popayán desde hace más de 15 años, pero con nacionalidad caleña. Además, soy reportero judicial en una de las regiones más hermosas del mundo, el Cauca.
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