Cali
La caída del Cartel de Cali: Detalles inéditos de la captura hace 30 años de Gilberto Rodríguez Orejuela
Así vivió el extinto capo y su familia los últimos días en la clandestinidad del entonces hombre más buscado del mundo.
8 de jun de 2025, 03:35 p. m.
Actualizado el 8 de jun de 2025, 04:04 p. m.
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Ya el Bloque de Búsqueda le respiraba en la nuca. En Bogotá entendieron que ningún comando especial daría con el paradero de Gilberto Rodríguez Orejuela, jefe del Cartel de Cali y uno de los más buscados en el mundo, si entre ese grupo de élite se incluía a uniformados de la Policía de Cali o el Valle.
Porque a diferencia de Pablo Escobar, quien según cifras oficiales asesinó al menos a 585 policías, la estrategia de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela fue reclutar y poner a los miembros de la Fuerza Pública a su servicio.

Por eso la captura del mayor de los Rodríguez Orejuela hace 30 años, el 9 de junio de 1995, fue la vencida. Ya ambos habían sido detenidos varias veces en medio de la persecución del Gobierno y de agentes de la DEA, pero la misma Policía en la capital del Valle los había soltado y ayudado a escapar.
Era tal el nivel de penetración al que llegaron con la policía en Cali, que gran parte de oficiales de alto rango, mandos medios y bajos confirmaban casi otro anillo de seguridad para los jefes del Cartel de Cali.

“Ya el Bloque de Búsqueda se había acercado demasiadas veces. Esa no fue la única captura que tuvo mi papá; a mi papá y a mi tío los capturaron dos o tres veces antes de eso, pero hubo algunos ‘arreglos’ y los soltaron. Pero ya había otro grupo de búsqueda del cual no hacía parte la Policía de Cali que estaba muy encima y que tenía demasiada información porque este señor (Guillermo) Pallomari estaba señalando sitios donde ellos vivían y donde permanecían”, relata Fernando Rodríguez, hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela.
“No se bien cuántas veces los capturaron y los soltaron, pero lo que sí sé es que el precio era alto. $500.000 dólares, un millón de dólares, camionetas. Ya nosotros en un momento creíamos que era mejor que los capturaran por esa zozobra a diario de que sí, que no, que sí los cogieron, pero luego que los soltaron. Bueno, hasta que finalmente llegó el día”, cuenta Fernando, quien para entonces se ocultaba también de la justicia a solo unas cuadras de donde fue capturado su padre.

Diez días antes, contra el hijo mayor de Gilberto Rodríguez se haba emitido una orden de captura porque supuestamente en alianza con Élmer ‘Pacho’ Herrera eran los responsables de una avioneta retenida en Ibagué con 2000 kilos de cocaína.
“Mi tío Miguel me llamó a las 10:00 a.m. del 30 de mayo y me dice, ‘mijo, váyase para donde usted quiera. Después hablamos. Váyase y escóndase’”, cuenta Fernando, quien salió de La Flora, en el norte de Cali, hacia el barrio Colón.
“Me metí por el centro y uno de mis hermanos me llama y me dice, ‘¿vos dónde estás? Le dije que iba cerca al Hotel Aristi y me responde: ‘no oís ese helicóptero que va arriba de vos, te están siguiendo, bajate de ese carro y te vas en un taxi’”, narra Fernando quien luego fue recogido por su tío Miguel Rodríguez en Colón para ir a ocultarse en una caleta al lado del Hotel Inter.
Tras una semana de encierro, ese 9 de junio de 1995 el ruido de los helicópteros despertó a Fernando, quien estaba seguro que lo habían descubierto. “Empecé a escuchar unos helicópteros como a las 10:00 a.m. y pensé, ‘estos vienen por mí’. Llamé a mi tío y le dije, ‘Tío, tío, me cogieron, por favor, ayúdame’ y me dijo ‘no, no van por vos, cogieron a tu papá’”.
Jaque Mate
Con la captura de Gilberto Rodríguez Orejuela, El Ajedrecista, en el barrio Santa Mónica Residencial, terminaron tres meses de intensa persecución, en los que se realizaron cerca de dos mil allanamientos.

“Este es el principio del fin del Cartel de Cali”, aseguró el entonces presidente de la República, Ernesto Samper, cuya elección se debió en parte al dinero que inyectaron los Rodríguez Orejuela a su campaña.
Igualmente, diversos sectores en la política local y regional, en el empresariado, el deporte y la cultura, entre otros, fueron permeados por la liquidez del dinero producto del narcotráfico.
“Hay una tesis que he sostenido hace mucho rato y es que el país ha sufrido la revolución de los traquetos y no la ha querido aceptar”, explicó Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien ha escrito varias novelas sobre los carteles de la droga.
“A partir de 1985, más o menos, comienza el furor del narcotráfico y empiezan a producirse todo lo que produce una revolución como la Francesa, la Rusa o la Cubana. Hay violencia, cambio en la tenencia de la tierra, ascenso vertiginoso en la pirámide social, cambio en los valores y en las costumbres e innovaciones que no se habían dado. Y aquí no hubo un Napoleón, ni hubo un Stalin, ni hubo un Fidel Castro que impusiera los cambios, pero sí hubo quien hiciera la Constitución del 91. Nos cambiaron el marco constitucional para adelantarse a la revolución. Y eso se agrava porque el factor iglesia es fundamental. Nosotros hasta que llegó el Concilio Ecuménico, nos regíamos por la moral del pecado. Apenas llegó el narcotráfico, Colombia se fue rigiendo cada vez más por la moral del dinero”, explica Gardeazábal.

Para el docente y analista político Miguél Yusti, durante la época del cartel de Cali se generó el aparecimiento de una variable que fue una inmensa liquidez de dinero en la ciudad. E igualmente se produjo el aparecimiento, como ha sucedido en las grandes rupturas históricas, de una nueva clase social. Se produjo una movilidad social”.
“Esa movilidad social obviamente estaba ligada a esa liquidez de dinero y se estableció, sin que sobre eso exista ningún tratado o decreto, una especie de sociedad mafiosa (...) Hay tácitamente un recambio posicional y los grandes empresarios del Valle se habían convertido en subalternos de la liquidez que producía ya el narcotráfico y las empresas de los Rodríguez Orejuela”, indicó Yusti.
La hora cero
A las 12:00 del día de ese viernes 9 de junio se inició el operativo contra ‘El Ajedrecista’, atendiendo una orden de captura en la que también estaban su hermano Miguel Rodríguez Orejuela, Élmer ‘Pacho’ Herrera y José ‘Chepe’ Santacruz.
Una semana atrás se frustró la captura de Gilberto Rodríguez en Ciudad Jardín y encontraron las autoridades una caleta en la pared con la cual evadió el cerco. Esta vez se había hecho seguimiento a su secretario y a su mujer, Aura Rocío Bonilla, a quienes hombres y mujeres encubiertos persiguieron hasta la vivienda en Santa Mónica.
“Él tenía alquilada también la casa de enseguida y a través de un pasadizo se ingresaba a donde estaba mi papá. Pero la captura fue culpa de la señora Aura Rocío porque en su afán de estar detrás de él no tomó precauciones y llegaba directo a la casa. Era una mujer intransigente y quería estar al lado de un hombre que necesitaba era esconderse”, relata Fernando.

Antes de la captura llegó a la vivienda el secretario de ‘El Ajedrecista’, quien hacía hasta catorce movimientos en buses, a pie o en taxi antes de llegar a la casa, pero con la tecnología de los americanos se dieron cuenta que había gente que pasaba de una casa a la otra. Él se alcanza a meter a una caleta, pero en su afán se cae y se quiebra la ficha de un ajedrez que tenía en murano y por eso lo descubren”, cuenta su hijo Fernando Rodríguez Mondragón.
“No me maten, soy un hombre de paz”, fue la frase con la que se selló la captura del capo más buscando del mundo y el declive del cartel que más droga introdujo hasta entonces en las calles de los Estados Unidos.
Periodista y editor de la Unidad Investigativa. Egresado de la Universidad Santiago de Cali y con especialización en Cultura de Paz y DIH de la Universidad Javeriana. Escritor y coproductor de documentales.