Cali
Día de los Muertos en el río Pance: entre rituales de fe y el rastro de la brujería
En Halloween y el 2 de noviembre, Día los Muertos, se incrementan los rituales de fe y brujería en el río Pance. Sus habitantes advierten que detrás hay contaminación ambiental y crueldad con los animales. “La cuenca es un tesoro que debemos cuidar”. ¿Cuál es el poder del agua?
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2 de nov de 2025, 11:34 a. m.
Actualizado el 2 de nov de 2025, 11:34 a. m.
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Óscar de Jesús Zamora Agudelo saca una caneca de plástico de su chumbe, la mochila de los indígenas nasa, y derrama sobre el río Pance un trago de Yubeka, una bebida ancestral de su pueblo que ofrece como ofrenda a la naturaleza.
— Con la Yubeka equilibramos las energías. En este punto del río el ambiente se siente muy pesado —dice.
Es una tarde de miércoles y nos encontramos en lo que se conoce como ‘La piedra de las brujas’, en La Vorágine, a 15 minutos en carro de Pueblo Pance, uno de los lugares predilectos de quienes, por estos días de Halloween y Día de los Muertos, acostumbran a llegar hasta el río para hacer rituales de brujería.
No solo el nombre del sitio atrae a los brujos, también su ubicación: una zona oculta por la maleza. Si se mira desde la carretera destapada, apenas se ve la corriente espumosa que baja potente, sin que nada parezca fuera de lo común.
Para llegar a la orilla hay que descender por una pendiente de barro y piedras. Sobre las rocas se observan restos recientes: cera de velas, cenizas de tabaco, un muñeco de porcelana partido.
— Soy habitante del corregimiento de Pance desde hace 32 años y hago parte del cabildo indígena Dxij Ph Dena, Abriendo Caminos. También soy guardabosques. En las jornadas de limpieza del río hemos encontrado altares de brujería con gallinas negras desmembradas, gatos muertos y perros. A veces son ritos satánicos o de magia negra que, aunque se presentan todo el año, se incrementan el 31 de octubre, durante Halloween, el 2 de noviembre, Día de los Muertos, y a fin de año —dice Óscar, mientras se quita su sombrero, decorado con una cinta de colores fuertes y una figura que los nasa llaman “el ojo del ratón”. Se tejía en tiempos de cosecha del maíz, para que el ratón no viera la semilla.
Óscar suda, luce intranquilo. Le pide a su hija, Danna, que se aleje de los restos de tabaco. Ella obedece, con su hijo en brazos. “Lo han ojeado tres veces”, comenta.
En el calendario espiritual se cree que cada 31 de octubre, en la Noche de las Brujas, y los días 1 y 2 de noviembre, cuando se conmemoran a los Santos y a los Muertos, el velo entre el mundo de los vivos y el de los difuntos se hace más tenue. La leyenda dice que es la época del año en que los espíritus caminan entre los vivos. Quienes creen en estos rituales aseguran que la energía está “más abierta” para hacer limpiezas, abrir caminos o comunicarse con el más allá. Por eso acuden a los ríos.
‘Celextra’ comenta que ese es su nombre como guía espiritual. Prefiere mantener en reserva su nombre de pila. En su casa, en la zona rural de Cali, aclara que lo suyo no es brujería sino sanación. Al fondo ladra un perro, canta un gallo. ‘Celextra’ habla sobre el poder del agua.
En el planeta, explica, hay cuatro elementales: fuego, aire, tierra y agua. Los seres humanos somos “el quinto elemento, como en la película”, dice. “Recogemos los cuatro”. Pero entre todos, el agua es el más poderoso. Un río, asegura, es un ser que carga vida.
— Por eso hacemos los rituales en el agua. En el río nunca te bañarás con la misma agua, porque está corriendo. Cuando haces ese contacto con ese elemental, lo que hace el río es darte vitalidad, arrasar las malas energías que hay dentro de ti o que te fueron puestas. Los que realizamos la limpieza en los ríos lo que hacemos es juntarnos con los cuatro elementos. Por eso la mayoría lleva flores, que representan la tierra; o frutas. Encienden fuego —las velas— y tocan algún instrumento, una flauta, para representar el aire.
El ritual, continúa ‘Celextra’, puede durar entre una y tres horas, dependiendo de cada persona y su situación espiritual. Todo comienza con un jabón azul, marca Rey, “porque su receta es casera, casi no tiene químicos”. La persona se enjabona desde el cabello hasta los pies, sin devolverse, mientras le reza al dios en que crea. Luego el jabón debe lanzarse hacia atrás, para que la corriente se lo lleve.
La persona se sumerge en el río y, ya en la orilla, se le hace un segundo baño, esta vez con hierbas amargas. Vuelve al río para terminar con flores, frutas y mieles, “para que el aura de la persona se llene de energía. Estos aromas atraen a los ángeles y a los arcángeles”, dice ‘Celextra’.
El ritual termina con las velas: una verde, para atraer al arcángel Rafael si la persona tiene un problema de salud; una amarilla, para invocar a Uriel cuando hay tristeza o desánimo; una blanca, si los problemas son económicos, pues ese color llama a Gabriel, portador de las buenas noticias; y una azul, si la persona está siendo atacada con brujería, para invocar a San Miguel, “el que lidera la guerra espiritual”.
Le pregunto a ‘Celextra’ en qué se diferencia lo que ella hace de la brujería.
—Todo el universo se mueve entre el ying y el yang. Hay gente que elige estar en uno u otro. Todo lo que tenemos son instrumentos que nos entrega la vida, y ya es nuestra decisión cómo usarlos. En lo espiritual es como cuando te entregan un martillo. Eliges si lo usas para construir o destruir. Hay gente que usa ese martillo para desesperar. Yo lo uso para sanar. Mis rituales son cercanos a la naturaleza, para atraer a los ángeles. Otros, los brujos, atraen los malos espíritus para hacer daño. En mi caso, nunca sacrifico animales, no entierro objetos ni fotos de personas, ni hago esos rituales. Los sanadores no vamos contra el libre albedrío. Someter a otro ser —hacer lo que sea para que alguien te quiera—, no. Son prácticas de santería que no comparto y que han crecido en Cali por la migración venezolana, donde el ocultismo se ha vuelto más popular.
En tiempos de incertidumbre por la dictadura, y tras la influencia cubana, los venezolanos han optado por acudir a otras creencias distintas al catolicismo.
Mientras salimos de ‘La Piedra de las Brujas’, Óscar comenta que, por la brujería y sus desechos, los indígenas del cabildo Abriendo Caminos dejaron de bañarse en la zona media y baja de la cuenca.
Norely Cuello Bolaños, técnica operativa de la CVC, advierte que detrás de estos rituales hay un daño ambiental evidente por la mala disposición de residuos, muchas veces consumidos por otros animales. Además, hay riesgo de incendios forestales cuando, en temporada seca, las velas permanecen encendidas.

—También a la comunidad le generan temor estas prácticas. Que un niño vea una gallina desmembrada —la desangran viva— o una mascota sin cabeza, como ha ocurrido, le causa una afectación psicológica —dice Óscar.
En La Vorágine, Libne Villa Ospina, quien hace parte de la mesa ambiental Guardianes del Río Pance y es vicepresidente de la JAC del corregimiento, alerta que a su vecina se le perdió su gato.
—En estos días de finales de octubre tenemos que estar muy pendientes de las mascotas por los brujos —dice mientras camina hacia un sector conocido como La Playita, junto al río.

Donde hoy hay una banca de cemento, recuerda Libne, hace 15 años apareció el cuerpo de una joven que habría participado en un rito satánico.
— Como habitante de Pance digo que estos rituales son escalofriantes. A la chica la encontramos un 31 de octubre. Tenía sus aretes de oro puestos. Le cortaron las venas de las manos y las piernas. Estaba en medio de un círculo hecho con pólvora, velas y cruces negras. En su momento el caso conmocionó a la comunidad.
Libne, que nació en La Vorágine, ha encontrado cabezas de cabras, conejos y palomas desperdigadas por la cuenca, ensuciando el río y perturbando la tranquilidad de su gente. Es cierto, dice, que en Colombia existe la libertad de culto, que hay rituales a la Pachamama que hacen parte de la riqueza cultural. Pero también es cierto que hoy el maltrato animal y el daño ambiental son delitos.
— El río Pance no se merece esto. Es el tesoro de Cali, y a veces lo tratamos como si no lo fuera - agrega pensativa, mientras el agua baja espumosa, potente en estos días de lluvia, como si también quisiera hacer su propio ritual de limpieza.
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