Política
Vicky Dávila revela en su autobiografía el momento en que perdió a su primer esposo: “Nunca volvió a despertar de ese sueño profundo”
La experiodista y precandidata presidencial aseguró que el trágico momento sucedió cuando su hijo Simón tenía solo tres meses de nacido.

8 de may de 2025, 12:51 a. m.
Actualizado el 8 de may de 2025, 02:22 a. m.
Recientemente, la experiodista y precandidata presidencial lanzó un nuevo libro titulado ’Mi historia. Vicky Dávila: el costo de decir la verdad‘.
La obra se trata de una autobiografía sobre su vida desde su infancia en el Valle del Cauca, la dura relación que tuvo con su padre, su trayectoria en el periodismo y los medios de comunicación, y su actual rol como aspirante a la Presidencia de la República.
En uno de los apartes más destacados del libro, la comunicadora vallecaucana relata cómo fueron los momentos en que se enteró de la muerte de su primer esposo y el padre de su hijo mayor, el presentador de noticias Juan Carlos Ruiz, hermano de la también periodista Yolanda Ruíz.

“Mami, Juan Carlos se murió”. Hacía apenas unos segundos había salido del cuarto de cuidados intensivos. Acababa de despedirme del papá de mi hijo Simón, del hombre del que me enamoré locamente por primera vez", cuenta la precandidata.
Al mismo tiempo, aseguró que el trágico momento sucedió cuando su hijo Simón tenía solo tres meses de nacido.
“Juan Carlos tenía tan solo treinta años y nuestro hijo Simón apenas llegaba a los tres meses de nacido. Todo era tan absurdo que cuando cumplíamos un año de casados Juan Carlos ya no estaba para celebrarlo. Perderlo me estrelló contra la vida, pulverizó mis sueños. Es que todo fue tan vertiginoso, tan inesperado, porque en los más de cinco años que llevábamos juntos no mostró síntomas de nada. Supe que algo le pasaba en septiembre de 2001, cuando me comentó que uno de esos días, al salir del parqueadero subterráneo del edificio donde vivíamos, misteriosamente le costó trabajo ver la claridad otra vez. Que por unos instantes se quedó en negro al salir a la luz”, expresó.
Justo en el día en que estaba programado el bautizo de su primogénito, salieron los resultados de los exámenes que se había sometido tras orden de un neurocirujano. Aunque confiaban que iban a ser buenas noticias, la tragedia empezó aquel día.
“Antes de la ceremonia, Juan Carlos fue a recoger los exámenes porque el bautizo era a las once de la mañana, pero poco antes de esa hora llamó y me dijo que todo había salido mal. “Esto es grave, esto es de cirugía, tengo una malformación arteriovenosa”, dijo apesadumbrado. Me volví loca. Llamé al sacerdote y le pedí aplazar un par de horas el bautizo del niño mientras Juan Carlos llegaba. Las manos me temblaban y no podía parar de llorar".
Tras someterse a una cirugía de alto riesgo, tenía una malformación arteriovenosa de grado cuatro y “no dos o tres, como mostraban los exámenes”. Tiempo después, a Ruíz lo trasladaron a cuidados intensivos con intubación en donde fallecería.
“Era ya 5 de octubre de 2001 y fui a la peluquería a peinarme porque quería que cuando abriera los ojos me viera bonita. Pero no fue posible. Empezaron a despertarlo y sus pulmones no respondieron sin ventilador, así que tuvieron que volver a dormirlo en estado de coma inducido. Habían descubierto que Juan Carlos había adquirido neumonía por cuenta de una bacteria intrahospitalaria muy agresiva. Todo se estaba complicando y por eso tuvieron que dejarlo conectado al respirador. Por desgracia, nunca volvió a despertar de ese sueño profundo que muy pronto lo llevaría a la muerte”, narró la experiodista en su libro.
Este es uno de los apartes de la obra de Vicky Dávila, posterior a la muerte de Juan Carlos Ruíz:
Jose me devolvió la esperanza
“Al que le van a dar le guardan”, decía mi abuela. Hoy, casi veintidós años después, estoy convencida de que Jose y yo teníamos el destino marcado para estar juntos, a pesar de todo, de las dificultades, de la distancia, de nuestro origen y de las circunstancias.
Su mundo y el mío eran opuestos. Él, costeño y yo, cachaca, como nos dicen en el Caribe. Él, médico y yo, periodista. Él, soltero y yo, viuda con un niño de dos años.
Era noviembre de 2003 y hacía dos años había enviudado. Desde la triste y dolorosa muerte de Juan K, estaba entregada en cuerpo y alma a mi hijo Simón y a mi intenso trabajo como presentadora en Noticias RCN, integrante de la mesa de trabajo con Juan Gossaín, director de noticias de RCN Radio, y conductora de un programa de diez a doce del día que se llamaba Llegó la hora. Allí hablábamos de todo, pasábamos de las noticias al entretenimiento y a la información de bienestar. Tuve como compañeros al gran José Gabriel Ortiz, del reconocido programa Yo, José Gabriel, a la talentosa Andrea Serna y al divertido Papuchis, Juan Manuel Correal. La pasábamos muy bien y los oyentes nos premiaban con su sintonía. Muy rápido fuimos número uno en esa franja.
Quería tener la mente ocupada todo el tiempo y por eso no solo no pedía vacaciones, sino que incluso un par de fines de año me ofrecí a hacerles el turno a los presentadores del canal RCN que necesitaran días libres para estar con sus familias.
Por aquella época, el Concurso Nacional de Belleza en Cartagena era, sin duda, uno de los eventos más importantes del año y los medios de comunicación hacían grandes cubrimientos y despliegues de información increíbles, porque, entre otras cosas, ese certamen movía cifras inimaginables de dinero en pauta publicitaria y el turismo le dejaba a la ciudad una for tuna. Hoy el reinado es diferente, muchas cosas han cambiado.
Las reinas provenientes de todo el país recién empezaban a llegar a Cartagena para competir por la corona de la mujer más bella de Colombia, cuando Gossaín me dijo que viajara a cubrir el reinado. Me puse feliz porque nunca había ido a un concurso como ese y me sorprendí al encontrar un ambiente increíble, lleno de fiesta, glamur, y gente de todos los lugares del país y también del exterior. Además, había periodistas de muchos medios de comunicación.
Obviamente, me junté con los enviados de RCN tanto de radio como de televisión. Uno de esos días tuve que presentar un evento de Silueta, una de las empresas patrocinadoras del reinado. Incluso me hicieron un peinado con una moña como las que usaban las candidatas para el desfile de coronación. Me sentía muy chistosa. Como no era experta en moda ni en nada relacionado con el mundo del reinado, me apoyé en mi voz de locutora y realmente salió bien.
El cubrimiento en Cartagena era muy agitado porque en las mañanas salía al aire en el noticiero de Juan Gossaín, donde narraba detalles de cómo iba la competencia por la corona; luego, mi programa de las diez y en las tardes hacía reportería y entrevistas y grababa varias notas para el día siguiente. A los pocos días ya hablaba de canutillos, cuerpos tonificados y rostros angelicales.
La experiencia me gustó porque era diferente. Aproveché y me llevé unos días a mi mamá y a Simón, que aún estaba muy bebé. Ellos pasaban el día en la piscina mientras yo trabajaba, pero les daba una vuelta y así no tenía que pasar tantos días sin ver al niño.
Pero llegó el momento de que ellos regresaran a Bogotá y me quedara trabajando de tiempo completo. Cuando ya estaba sola llegó mi primo Augusto —el mismo del trío instrumental de Buga, del que ya he hablado— con su novia. Así que ellos querían salir en las noches y la verdad es que había muchos planes. Pero el mejor era ir a El Sitio, una discoteca que el afamado libretista Fernando Gaitán —q.e.p.d., papá de Betty la fea y Café con aroma de mujer— había abierto por la temporada del reinado cerca de la ciudad amurallada. Gaitán, como le decíamos a semejante genio, tenía la sede principal de El Sitio en Bogotá, en el Parque de la 93.
Así que decidimos ir a rumbear con varios colegas de RCN. Como El Sitio era la discoteca de moda en el reinado, con show en vivo, hasta allí llegaban actores, políticos, empresarios y mucha gente del espectáculo. En cierto momento fui al baño y de camino se acercó un hombre vestido de blanco. Amable, dijo:
—¿Tú eres Vicky Dávila? —Sí, claro, yo soy Vicky.
—Es que tengo un amigo al que me gustaría que conocieras. Él estuvo secuestrado por las Farc y siempre te escuchaba en la radio. Lo liberaron hace dos meses. Está aquí.
Señaló a su amigo y lo acompañé a un lado del bar donde esperaba un joven muy delgado que se identificó como José Amiro Gnecco Martínez. De inmediato recordé que cuando yo estaba en Noticias RCN presenté el extra informativo el día de su secuestro. Era médico, hacía su especialización en oftalmología en el hospital de La Samaritana en Bogotá y después de dejar su carro en el parqueadero y cruzar la calle para entrar al centro hospitalario, fue interceptado por varios hombres que resultaron ser de las Farc y se lo llevaron a la fuerza. Hoy me duele pensar en lo que debió sentir cuando lo subieron a empujones a un carro y lo acostaron en el piso del asiento trasero, mientras le apuntaban con un revólver en la cabeza. Miedo y angustia. Era la muerte respirándole en la nunca. También recordé que días después del secuestro de Jose hubo una mar cha de médicos en Bogotá exigiendo su liberación. Un año después, leí la noticia de que había sido dejado en libertad.
Me saludó muy querido y yo también, con esa empatía que tenemos los reporteros, pero lo que más me llamó la atención fue cuando dijo que durante buena parte del cautiverio escuchó la cadena básica de RCN Radio y siempre se sintió acompañado. Sabía los nombres de los integrantes de la mesa de trabajo, conocía al detalle los análisis del profesor Germán Bustillo y, más sorprendente aún, sabía mucho de mí, como cuándo cumplía años, que era viuda y tenía un bebé. Jose aseguró que no se perdía mi sección de las efemérides, en la que contaba tres o cuatro episodios importantes ocurridos tiempo atrás y merecían ser recordados.
Comunicador social, periodista, y especialista en Escritura Creativa en Nuevos Medios de la Universidad Autónoma de Occidente. Periodista web de El País desde el 2023. Experiencia en periodismo escrito con énfasis en política y conflicto armado, en fotografía y edición de productos sonoros.