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Sida: el país retrocede

Un descenso de quince puntos que no solo refleja el deterioro de la respuesta institucional frente a una pandemia que persiste, sino que pone en riesgo la vida de miles de colombianos.

Test de VIH Sida en el Valle del Cauca
El grueso de los nuevos casos diagnosticados está en personas menores de 30 años. Jóvenes que inician su vida sexual con desinformación, sin protección y muchas veces sin acceso real a pruebas de diagnóstico. | Foto: cortesía

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15 de abr de 2025, 02:51 a. m.

Actualizado el 15 de abr de 2025, 02:51 a. m.

Colombia era ejemplo en Latinoamérica en el manejo del VIH–Sida. En 2020, el país ya había logrado lo que pocos en la región: cumplir con parte de la meta 95–95–95, del programa Onusida. En otras palabras, hace cuatro años Colombia ya había alcanzado un 95 % de cobertura en el acceso a la terapia antirretroviral, el tratamiento que evita que el virus se convierta en enfermedad y sea transmitido.

Sin embargo, los datos más recientes de la Cuenta de Alto Costo, que monitorea el panorama del VIH-Sida en el país, son preocupantes: el país cayó en la cobertura del tratamiento antirretroviral a un 80 %. Un descenso de quince puntos que no solo refleja el deterioro de la respuesta institucional frente a una pandemia que persiste, sino que pone en riesgo la vida de miles de colombianos.

Este retroceso es “catastrófico”, en palabras del secretario de Salud de Cali, Germán Escobar. No es solo una cifra: es la diferencia entre vivir con un virus controlado o morir de Sida, como hace 30 años, cuando la medicina aún no tenía armas eficaces contra esa enfermedad.

La situación se agrava en medio de la crisis del sistema de salud, con EPS que colapsan, pacientes que son trasladados sin continuidad en sus tratamientos y un aumento en las barreras administrativas. ¿Cómo puede un país sostener una política pública exitosa, si quienes necesitan los medicamentos quedan a la deriva entre trámites, negligencia y silencio institucional?

A esto se suma un drama más profundo: la falta de educación sexual y prevención. El grueso de los nuevos casos diagnosticados está en personas menores de 30 años. Jóvenes que inician su vida sexual con desinformación, sin protección y muchas veces sin acceso real a pruebas de diagnóstico o sin saber que existe algo como la profilaxis pre-exposición (PrEP), un método preventivo que en Colombia apenas se empieza a mencionar tímidamente.

La epidemia se sigue alimentando de la ignorancia, el estigma y el abandono. Porque también es cierto que, pese a los avances médicos, continúan habiendo muertes por Sida. El año pasado, 2205 personas perdieron la vida en el país a causa de una enfermedad prevenible y controlable.

Mientras tanto, la Nación parece más enfocado en debates ideológicos que en salvar vidas. Campañas de prevención desaparecen, el PrEP es un secreto mal contado y el silencio se convierte en una amenaza más grande que el virus.

Colombia fue ejemplo. Pero ahora corre el riesgo de convertirse en advertencia. La conversación sobre el VIH–Sida debe volver al centro del debate público. Es hora de que el Gobierno, el sistema de salud, la academia y la sociedad civil retomen con seriedad el compromiso de una respuesta integral, incluyente y efectiva.

No se puede permitir que los logros de décadas se diluyan entre indiferencia, prejuicios y crisis institucionales. Porque cuando se retrocede en salud pública, el precio siempre se paga con vidas.

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