Venezuela, sin futuro

“Sabía los resultados sin ser ningún adivino”. Las palabras de Douglas Palma, un jubilado residente en Caracas, resumen lo que todo el mundo esperaba de las elecciones legislativas y regionales convocadas para el pasado domingo por el Gobierno de Nicolás Maduro.

En efecto, el oficialismo venezolano se hizo a 23 de las 24 gobernaciones en disputa y se quedó con 40 de los 50 escaños nacionales en el Parlamento, lo que consolida el poder del chavismo en ese país, siendo esto reivindicado como una victoria por el régimen, cuyas cuestionadas autoridades electorales fijaron en 42,6 % la participación en las urnas de las 21 millones de personas aptas para votar.

Sin embargo, hay otra lectura posible de esos guarismos, la cual desde hace tiempo se ha visto como el verdadero triunfo de Maduro y es, que de nuevo, la oposición política dejó en evidencia su incapacidad para actuar unida en contra del régimen chavista.

Así lo demuestra el hecho de que Henrique Capriles, quien se apartó de los lineamientos de María Corina Machado, líder indiscutible de la dirigencia contraria al Mandatario venezolano -que había llamado a no participar de ninguna forma en los comicios-, tendrá un asiento en la Asamblea Nacional, bajo el argumento de que no se puede entregarle el poder absoluto al oficialismo, como si ya no lo tuviera.

Sin embargo, en medio del nuevo episodio de división de la oposición política del vecino país, que flaco favor le hace a la perpetuación de Maduro en la Presidencia, vale destacar la silenciosa pero contundente protesta de los ciudadanos venezolanos, quienes, como lo revelaron las pocas imágenes independientes que se pudieron conocer de la jornada, mostraban las calles vacías de Caracas, solo ocupadas por uniformados armados y listos a contener cualquier posible insurrección.

En ellos, en los desempleados, los estudiantes, las amas de casa y el resto de la población que intenta seguir sobreviviendo en medio de la carencia de los más elementales servicios, debería pensar tanto la oposición que permanece en Venezuela como los políticos que salieron del país, y no claudicar en su llamado a la comunidad internacional a fin de que no deje de presionar al régimen chavista para que cese sus abusos contra la democracia y las libertades de sus ciudadanos.

El mundo no puede aceptar que, tras el demostrado fraude que tuvo lugar en las presidenciales del 28 de julio del año pasado, los venezolanos simplemente tengan que cruzarse de brazos a esperar que Nicolás Maduro se canse de estar al frente del Gobierno, cosa que parece estar muy lejos de suceder, dados los réditos que él y su círculo más cercano, entre los que cada vez se cuenta a más altos militares, siguen obteniendo de lo que un día fue una boyante economía.

Es lo que evidencia también la anunciada decisión del Mandatario chavista de volver a cambiar la Constitución venezolana para, entre otras cuestiones planteadas a su conveniencia, “perfeccionar el sistema electoral general”, como si la cooptación que ya tiene de todos los poderes no le garantizara permanecer en el Gobierno hasta que él quiera.