El mensaje del Paro Nacional

Las de ayer fueron, en la mayor parte del territorio nacional, unas marchas pacíficas y mucho menos multitudinarias que otras anteriores convocadas en apoyo al Gobierno de Gustavo Petro. Esa reducción en la participación pareciera enviar el mensaje de que los colombianos ya están cansados del discurso que pretende dividirlos y que, además, ya no es claro que existan razones para esta protesta cuando avanza en el Senado de la República el estudio de la reforma laboral.

La discusión del proyecto de ley, que se retomó en la Cámara Alta luego de su archivo inicial en esa corporación, parece avanzar a buen ritmo y apegada en la mayoría de su texto a lo aprobado en la Cámara de Representantes. Surtido esta semana el trámite del tercer debate en la Comisión Cuarta del Senado, todo indica que los últimos pasos, el de la plenaria y la conciliación entre las dos cámaras, se concretarán antes de que acabe la actual legislatura, con lo cual se quedaría sin fundamento la consulta popular en la que se insiste desde la Casa de Nariño.

Con pocos cambios, entre ellos el del pago de las jornadas de los días festivos al 100% y no al 75%, así como alguna modificación al pago de aprendices Sena y a la multa a las empresas que no acojan esta figura, en general la reforma laboral no sufrió mayor transformación. Ahí está, en esencia, aquello en lo que el gobierno Petro se ha empeñado y en lo que poco transigió pese a los llamados hechos desde diferentes sectores de la economía nacional y de la sociedad en general.

Por ello, si se impone la coherencia, no debería persistirse en el llamado a las urnas para preguntarles a los colombianos por aquello que quedaría aprobado con esta reforma o que se encuentra ya en la legislación nacional aunque en algunos casos no esté debidamente implementado. Mucho menos tienen sentido los ultimátum al Congreso ni las amenazas de convocar a la consulta vía decreto antes del 9 de junio si el próximo domingo no hay un pronunciamiento del Legislativo.

Como se ha dicho en diferentes ámbitos, sería un gasto inoficioso realizar una consulta popular que le costaría al erario cerca $800.000 millones, cuando no hay razones de peso para hacerla, mucho menos en momentos en que el déficit fiscal tiene en aprietos el presupuesto nacional. La insistencia en convocar esa figura despierta, además, recelos sobre cuál es la verdadera razón que les asiste a Gustavo Petro y a su Ministro del Interior.

A menos de un año de las próximas elecciones a Congreso y Presidencia, sería bueno saber si lo que se quiere es medir el pulso de la popularidad de la izquierda o si se pretende utilizar la consulta en su búsqueda de perpetuarse en el poder, al estilo de algunas dictaduras que se han impuesto en el continente.

Hoy se hará la segunda jornada del paro convocado por las centrales de trabajadores y apoyada por el Gobierno Nacional, en lo que, sin duda, es un suceso inédito. En Cali tendrá lugar, además, un cabildo abierto, que se espera transcurra con la misma tranquilidad de ayer.

Ojalá desde la Casa de Nariño se haga la debida lectura de la pérdida de fuerza de estas manifestaciones y se comprenda el mensaje que la mayoría de los colombianos le están enviando así al presidente Petro de que no quieren más divisiones ni discursos de odio.