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Editorial

El reclamo por la paz

Si bien ahora los actores son otros, las formas y las consecuencias son las mismas de 30 o 40 años atrás.

Colombia no puede regresar al pasado: ni al de las guerras desatadas por las organizaciones criminales, ni a la época de los magnicidios... | Foto: León Darío Peláez

15 de jun de 2025, 02:04 a. m.

Actualizado el 15 de jun de 2025, 02:11 a. m.

Colombia saldrá hoy a marchar en reclamo por una paz que, de nuevo, le resulta esquiva por cuenta del terrorismo y los violentos. Además del rechazo a los ataques y atentados recientes, el de este domingo será también un llamado a bajarle el tono a los discursos de odio que han hecho carrera en los últimos tres años, al respeto por la institucionalidad y al acatamiento del orden democrático.

La que acaba de pasar ha sido una de las semanas más complejas de la historia reciente del país. Al intento de magnicidio, el sábado 7 de junio en Bogotá, contra el senador de la República y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, le siguió un martes oscuro para el suroccidente colombiano por cuenta de los 25 ataques terroristas que afectaron a Cali y a poblaciones del Valle y del departamento del Cauca, dejaron siete muertos, 60 heridos y destrozos en viviendas, comercio y sedes de la Policía.

Pareciera como si la Nación hubiera regresado a aquellos años nefastos de la guerra entre carteles del narcotráfico, el asesinato de líderes y candidatos políticos por las mafias, o las arremetidas de unas guerrillas sanguinarias a quienes poco o nada les importaba atentar contra la población civil. Si bien ahora los actores son otros, las formas y las consecuencias son las mismas de 30 0 40 años atrás.

Los estremecimientos patrios de los tiempos recientes no terminan en esos ataques aleves, donde la población es siempre la más golpeada. El país está inmerso en otra espiral igual de peligrosa e impredecible, la de la confrontación ideológica que cada vez se torna más violenta, con un gobierno en cabeza del presidente Gustavo Petro decidido a desconocer la Constitución Nacional, a pasar por encima de la institucionalidad, a irrespetar la separación e independencia de los poderes públicos, que dan garantías en un Estado Democrático de Derecho.

Mientras las explosiones del terrorismo resonaban aún en Cali, el Valle y Cauca, y la región reclamaba acciones contundentes contra los violentos, el Presidente firmaba el decreto para convocar a la consulta popular en la que se ha empecinado, pese a la inconstitucionalidad que ello representa, y llegaba a Cali a liderar las manifestaciones convocadas en apoyo a la decisión, sin bajarle apenas el tono al discurso hostil, que tanto riesgo acarrea en las actuales circunstancias.

A las puertas de unas elecciones legislativas y presidenciales que ya se dejan ver como las más tensas en décadas, sin las debidas garantías democráticas y de seguridad para quienes entren en la contienda, con la mayoría del territorio patrio bajo el asedio de los violentos y con un gobierno central que parece más interesado en las confrontaciones que en escuchar las demandas de todos los colombianos, hoy es más que válido salir a reclamar por la paz del país, por el respeto a la institucionalidad y el acatamiento pleno de la Constitución Nacional.

Colombia no puede regresar al pasado: ni al de las guerras desatadas por las organizaciones criminales, ni a la época de los magnicidios, ni mucho menos a los tiempos en que las confrontaciones políticas terminaron tiñendo de sangre al país.

De suceder, quedaría demostrado que la sociedad colombiana, en su conjunto, ha fallado.

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