Editorial
Se agota el tiempo
Cualquier aproximación voluntaria de las partes tiene una alta probabilidad de fracaso mientras la comunidad internacional no presione a las partes para que ablanden sus posturas y lograr equilibrio en la balanza.

9 de jun de 2025, 02:07 a. m.
Actualizado el 9 de jun de 2025, 02:07 a. m.
La suspensión de la liberación de rehenes ucranianos y rusos por parte de los gobiernos de Moscú y Kiev, que según lo acordado debía realizarse este fin de semana, es un nuevo fracaso para la diplomacia internacional.
Difícilmente tendrá éxito un acercamiento en el que Rusia y Ucrania pretendan imponer a su adversario una serie de condiciones que les otorgue sobre la mesa el triunfo que no han logrado en tres años de guerra.
La liberación fallida de rehenes de este fin de semana prueba que cualquier aproximación voluntaria de las partes tiene una alta probabilidad de fracaso mientras la comunidad internacional, reunida en organismos multinacionales como la ONU o la OTAN, no presione a las partes para que ablanden sus posturas y lograr equilibrio en la balanza.
Es sin duda esperanzador que Rusia y Ucrania aceptaran una semana atrás sentarse en Turquía y abrir una ventana a la paz, pero el único logro fue el compromiso de ambos países de liberar a los prisioneros de guerra y este incumplimiento afecta más la confianza.
Según las cartas que han destapado los países, Rusia exige que Ucrania renuncie de forma definitiva a formar parte de la OTAN, y que le entregue las cinco regiones de las que reivindicada su anexión, condiciones que resultan inaceptables para Kiev.
Las prioridades del Gobierno de Ucrania son la declaratoria de un alto el fuego completo e incondicional y el regreso de los prisioneros y de los niños ucranianos que, según el presidente Volodimir Zelenski, integrantes de las tropas rusas se han llevado a su territorio atendiendo órdenes desde Moscú.
El Mandatario ucraniano también ha insistido en una reunión personal con su homólogo ruso, Vladimir Putin, a lo que se ha opuesto varias veces el Kremlin, que ha descartado un alto el fuego incondicional, como lo han reclamado los aliados occidentales de Ucrania e insiste en que se tiene que solucionar las llamadas ‘causas profundas’ del conflicto.
Ceder no es sinónimo de rendirse ni ser transigente, se puede asimilar con cobardía. Es necesario que ambos gobiernos, sobre todo el de Rusia, anteponga los intereses de pueblos que históricamente han sido hermanos sobre estrategias políticas con fines expansionistas, o lo que es peor, sobre orgullos personales.
Sobre todo cuando lo único que avanza a paso firme entre Rusia y Ucrania es la guerra y la escalada violenta que este domingo dejó una nueva ofensiva en la que Moscú celebra el haber logrado incursionar en la región ucraniana de Dnipropetrovsk, aprovechando el estancamiento en las negociaciones.
Superar la cifra del medio millón de muertos en tres años de guerra debe ser razón más que suficiente para que la comunidad internacional alce su voz y despliegue cuanta estrategia esté a su alcance para detener de una vez por todas la guerra entre Rusia y Ucrania.
Es impedir un mayor desastre que no tiene otro argumento que un nacionalismo exacerbado que creyó que Moscú se anexaría a Ucrania en dos semanas, pero que tres años después todo lo que deja es una sociedad desmembrada y una región devastada.