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¿Vivir para viajar?
Escuchándolo, pienso que a veces encontramos las mejores lecciones de quienes menos lo esperamos.

17 de jul de 2025, 03:10 a. m.
Actualizado el 17 de jul de 2025, 03:10 a. m.
“¿Se acuerdan qué ropa tenían puesta hace ocho días?”, nos preguntó. José debe tener poco más de 70 años, tiene un cuerpo robusto, una voz ronca y atiende su propio negocio, una tienda de dulces en Ribeira, el hermoso pueblo costero de España en el que vivo hace cinco meses con mi esposa.
Con un poco de risa por la extraña pregunta, Viviana y yo nos miramos y le contestamos que no teníamos ni idea. Desde que entramos por primera vez a su negocio, José se ha pasado de amable. Nos hace chistes, nos pregunta el precio del dulce (o chuche, como le dicen acá) que acabamos de tomar y tiene paciencia cuando le pagamos con monedas de céntimos, pero en esta ocasión nos dejó una hermosa lección tras su interrogante.
“No hay que aferrarse a la ropa, a las cosas, nadie se acuerda de eso. Yo me acuerdo de los lugares que he visitado”, nos dijo justo antes de contarnos que fue marinero, y que, pese a que le dio la vuelta al mundo varias veces por su trabajo, solo pudo tomar sus primeras vacaciones a los 33 años. Ese viaje representó un clic para su alma y su corazón.
Con el atardecer rojo pálido que se puede divisar desde su tienda, José nos relató que luego de viajar por placer por primera vez y retirarse de los barcos, su vida consiste en planear viajes con su familia y atender con calma su negocio. Cuenta que ha ido dos veces a Disney París, que Atenas y Roma son las ciudades más espectaculares que ha visitado, y que reservar cruceros es su pasión. Acaba de llegar de Bahamas hace apenas unas semanas, y en febrero del 2026 irá a México.
Viaja sin contratar seguros médicos para así ‘alejar las malas energías’, y cuando invita a sus hijos y nietos a pasear, nunca les dice el destino para sorprenderlos. “No nos llevamos nada. Si al final de tu vida dejas dinero y cosas materiales, es porque hiciste mal las cuentas”, dice.
Escuchándolo, pienso que a veces encontramos las mejores lecciones de quienes menos lo esperamos. Con el agite del día a día, del trabajo y de cumplir expectativas ajenas entramos en esa rueda de querer el último celular, el carro más caro y la ropa de mejor marca, sin caer en cuenta que nuestro paso por este inmenso mundo no se define por las cosas que acumulamos, sino por las vivencias que tuvo nuestra alma.
“No se pasen la vida en un sillón, hay que tener planes”, nos dijo antes de recomendarnos viajar a las Islas Canarias, aquí en España, donde según él se vive como en el paraíso.
Saliendo de su tienda, pensé que muchas veces he escuchado la frase: “Vivir para viajar”, pero, sin duda, la mejor manera de interpretarla es: viajar para vivir.
Periodista apasionado por los deportes, los goles, la literatura y la redacción digital. Vinculado a mi casa, El País, desde el 2013.