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Paranoia

Es también un fenómeno colectivo y está en el trasfondo de los genocidios, matanzas y masacres que vemos a granel todos los días...

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Alberto Valencia Gutiérrez | Foto: El País

16 de jul de 2025, 03:11 a. m.

Actualizado el 16 de jul de 2025, 03:11 a. m.

La paranoia es tan antigua como la especie humana, pero no así la elaboración teórica que se hace sobre ella. El primero que construyó el ‘cuadro clínico’ fue un psiquiatra alemán llamado Emil Kraepelin en 1899. Luego aparecieron los franceses Paul Sérieux y Joseph Capgras con una obra fascinante (traducida al español) llamada Las locuras razonantes (1909), en la que diferenciaban el ‘delirio de interpretación’, restringido al mundo de las representaciones mentales, y el ‘delirio de reivindicación’, que se refiere a la actividad que desarrolla un sujeto que descubre en algún momento de su vida que ha sido objeto de un daño inmerecido (casi siempre supuesto) y se consagra a buscar la venganza y el castigo contra todos aquellos que supone culpables del hecho.

El sujeto es capaz de sacrificar su familia, su fortuna, su tranquilidad e, incluso, su propia vida, para comprometerse en toda clase de empresas temerarias y para asumir riesgos inauditos con tal de realizar ‘su misión’ que, por lo demás, nunca encuentra satisfacción. ‘Reivindicadores’ de este estilo, tenemos en Colombia por doquier cuando revisamos las biografías de nuestros personajes violentos.

Sin embargo, la paranoia no es una simple ‘afección psiquiátrica’, sino una forma de pensar y ver el mundo que se encuentra en cada uno de nosotros en mayor o menor medida: “hay un potencial paranoico en todo hombre común, en todas las fases de su existencia y cualquiera que sea la sociedad en la que viva”, nos dice un tratadista. Y la podemos observar fácilmente en nuestros hombres públicos que de manera permanente se sienten objeto de un complot persecutorio frente al cual tienen que buscar la manera de hacer un ‘ataque preventivo’ antes de que el otro, el ‘supuesto enemigo’, los destruya.

A la cabeza de los grandes conflictos internacionales se encuentran poderosas personalidades que están buscando la forma de ‘reparar un daño sufrido’ por su país, atacando por adelantado a sus supuestos adversarios. Cuando revisamos sus motivaciones nos damos cuenta de que los peligros pertenecen más a un mundo puramente imaginario que a un riesgo real. Nuestras vidas ahora dependen de ellos.

La paranoia es también un fenómeno colectivo y está en el trasfondo de los genocidios, matanzas y masacres que vemos a granel todos los días, encubiertas en justificaciones nacionalistas, religiosas o en la defensa de una civilización amenazada. La dramática polarización que vivimos en este momento está atravesada por el miedo, la sospecha, la exclusión, el odio, la calumnia del adversario. El otro, más que un contrincante legítimo, es un ‘enemigo potencial’, un traidor dispuesto a todo, que tenemos que aniquilar. Si repasamos las múltiples guerras que hemos vivido después del 11S, no podemos dejar de constatar que la paranoia ha sido su gran arquitecto secreto, disfrazada de buenas intenciones.

Los primeros elementos para comprender de qué se trata la paranoia los podemos encontrar en la literatura. La lista sería interminable y nos lleva directamente a los clásicos griegos (Homero, Sófocles). Pero de manera más cercana, recomiendo vivamente al lector tres obras: El doble de Fedor Dostoievski, el pequeño relato de Edgar Allan Poe llamado William Wilson y El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Cuando nos ponemos como anteojos la obra de estos autores son muchas las cosas nuevas que podemos ver no solo en el plano internacional, sino también en nuestra situación colombiana.

Una urgente labor del momento es buscar la manera de ‘desparanoizar’ nuestras relaciones sociales. Reivindicar un pensamiento crítico que se construya no con fantasmas sino con referencia a sucesos reales. La lógica paranoica nos ahorra la posibilidad de pensar porque ‘la presencia del enemigo lo explica todo’. La ‘sospecha de un complot’ se convierte en certeza, en razón suficiente para ‘mandar la inteligencia a vacaciones’. NB. Recomiendo la lectura en la red de Violencia y paranoia en las memorias de un suboficial del Ejército de Colombia.

Profesor Departamento de Ciencias Sociales Universidad del Valle e investigador del Cidse desde 16 de mayo de 1977. Doctor en Sociología de la EHESS de París. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas y director de los programas de pregrado, maestría y doctorado en Sociología. Escribe para El País desde 1998.

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