Columnista
Santo Oficio
Esta práctica pareciera revivir en la Colombia de hoy, bajo los auspicios de una Cancillería en la que los odios personales de sus altos funcionarios se convirtieron en la política exterior del país.

16 de jul de 2025, 03:05 a. m.
Actualizado el 16 de jul de 2025, 03:05 a. m.
En las postrimerías de la España medieval, años antes de que la reconquista unificara Iberia bajo el dominio de los reyes católicos, se instauró en Sevilla, tras una bula del Papa Sixto IV, el tribunal del Santo Oficio o más coloquialmente la Santa Inquisición. Ya había habido bulas contra la ‘herejía’, sin embargo, fue en España que este engendro se ensañó contra los judíos, residentes en la península desde antes de la era común. Miles de judíos que practicaban su fe en secreto pasaron por los tribunales del Santo Oficio y fueron quemados vivos por negarse a renunciar a su fe. Los mal llamados tribunales no ofrecían garantía alguna a los procesados, a quienes torturaban con los famosos ‘potros’ o la ‘pera vaginal’.
Una vez condenados, los acusados de ‘delitos’ como ‘herejía’ por la práctica de los ritos judaicos: respeto al sábado, consumo de carne de la carnicería de los judíos y de pan ázimo, y consentir que los rabinos fueran a su casa para enseñar, eran conducidos a los autos de fe en plaza pública donde tenían una última oportunidad de abdicar de su fe antes de que les prendieran fuego. La inquisición fue abolida en 1834.
Poco menos de 200 años después, esta práctica pareciera revivir en la Colombia de hoy, bajo los auspicios de una Cancillería en la que los odios personales de sus altos funcionarios se convirtieron en la política exterior del país. Rebautizada esta moderna inquisición con el rimbombante nombre de ‘Grupo de La Haya’, su objetivo es el Estado judío, para lo cual, al igual que su predecesor medieval, todo se vale: mentiras, medias verdades, tergiversaciones, acusaciones espurias, odios profundos, resentimientos, envidias y demás. Incluso quizás preferirían más un Wannsee que un simple Santo Oficio. Nadie en su sano juicio pensará que esta cumbre será beneficiosa para los palestinos, lema bajo el cual se convoca.
Como no bastaba con los inquisidores locales, trajeron refuerzos extranjeros, lo más granado del antisemitismo mundial. Francesca Albanese, ‘relatora especial de Naciones Unidas’, quien apoya abiertamente el terrorismo palestino, niega lo ocurrido el 7 de octubre de 2023, no acepta la existencia del Estado de Israel y adhiere a las teorías conspiratorias contra los judíos. Fue sancionada por Estados Unidos por antisemitismo y denunciada igualmente por varias democracias. El otro ‘inquisidor’ es Jeremy Corbyn, exlíder del partido laborista inglés, expulsado del mismo por antisemita. Corbyn exhibe una larga trayectoria de apoyo a organizaciones terroristas como Hamás y Hezbollah, y persecución a miembros judíos del partido.
Las conclusiones a priori de la cumbre de Bogotá ya se conocen. No se mencionará la búsqueda de la paz y la reconciliación entre los dos pueblos. Por el contrario, bajo el ropaje de ‘derecho internacional’ seremos testigos de un festival de odio, promoción del antisemitismo, demonización summa del Estado de Israel, acusaciones espurias y apoyo incondicional al terrorismo palestino. Será una celebración de la violación de mujeres judías, la toma de rehenes y su asesinato en cautiverio, emitirán, si se atreven los encumbrados inquisidores, acusaciones contra Estados Unidos y otras democracias.
Pero hay un gran pero. A diferencia del Santo Oficio, en este caso el acusado, Israel es el fuerte, ha enfrentado con éxito una guerra multifrontal de exterminio contra organizaciones genocidas que usan a su propia población como escudos humanos, por lo que no será humillado, ni condenado, ni castigado, ni incinerado.
Al igual que entonces, tal como los judíos sobrevivieron a la inquisición y prosperaron, así Israel prevalecerá. Los débiles son los acusadores y será nuestra Colombia la que cargue el San Benito de haberse constituido en el epicentro del antisemitismo global, así sea por dos días.
Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.