Columnista
Uniones y divisiones de derecha e izquierda
Mientras la unidad en el centro y la derecha se ve improbable, se está prestando demasiada atención a un fantasma: la división en la izquierda.

Guillermo Puyana Ramos
28 de abr de 2025, 02:18 a. m.
Actualizado el 28 de abr de 2025, 02:18 a. m.
Como para no creerse, a un precandidato le cuestionan en su propio partido que su campaña muestra mucha organización, moviliza mucha gente a reuniones en las que llena recintos, tiene una estrategia digital penetrante y cuenta con recursos para financiarla. Esa, dicen los medios, es la fricción que tienen María Fernanda Cabal y Paloma Valencia con Miguel Uribe Turbay en el Centro Democrático. De ser cierta, la crítica desconoce que Uribe se ha probado electoralmente con éxito desde 2018 y que en su primer lance al Senado en 2022 fue el más votado en listas abiertas del país, seguido por Cabal, JP Hernández y Humberto de la Calle.
Aunque la derecha tiene sentido de urgencia sobre la unidad, las ganas de sus candidatos por medir su fuerza electoral alejan la posibilidad de una candidatura de consenso para primera vuelta. Y no son muchos: solo Vicky Dávila, Germán Vargas y quien resulte del CD.
Por el lado del centro, cualquiera de sus candidatos tendría fuerte presencia nacional, reconocimiento y experiencia electoral: Juan Manuel Galán, Claudia López, Sergio Fajardo o Juan Fernando Cristo. Ninguno tendría razones para ceder en favor de otro, menos Fajardo, que repite esa bobera de que la tercera es la vencida y preferirá otro naufragio en las urnas en medio de popularidad en las encuestas, que ceder en favor de la unidad.
Mientras la unidad en el centro y la derecha se ve improbable, se está prestando demasiada atención a un fantasma: la división en la izquierda. Es verdad que sus líderes tienen agudas diferencias y posiciones de principio irreconciliables; subsisten las viejas rencillas de un sector del Polo Democrático con Gustavo Petro, así como antipatías de los formados en el partido comunista con exmaoistas, de sindicalistas con campesinistas; hay heridas abiertas de los que se sintieron traicionados por un establecimiento petrista que escogió a los aliados políticos oportunistas que cocinaron el éxito de la campaña 2024 a costa de las lealtades nacidas en la larga historia de causas comunes, como pasó con Francia Márquez, Paulino Riascos, Susana Muhamad o Jorge Iván González.
Nada de eso causará una fractura real porque mantener el poder se ha convertido en el núcleo de la organización política y la flexibilidad ideológica y moral de la izquierda. Hace un año leí esto: “Para toda organización campesina que apoya el cambio y al gobierno es un desafío protestar por las demoras e incumplimientos sin hacerle un favor a la oposición de derecha”. Sus peleas con el gobierno es con oposición a Petro o ‘el proyecto’. Una regla muy útil para resolver las diferencias y garantizar la unidad.
Ni siquiera la voracidad por concentrar el poder en un solo partido alrededor del Pacto Histórico, fundamentalmente Colombia Humana, contra la variedad de identidades y organizaciones, será el detonante de una división de verdad.
Hoy en la derecha hay canibalismo, oportunismo, vanidad, males de la antigua izquierda, que la privaron por décadas de ser una opción viable de poder, hasta que Petro en 2018 saca 41 % de los votos. Salvo Carlos Gaviria en 2006, cuando sacó 22 %, su candidatos difícilmente se acercaban al 15 %, normalmente se movían en porcentajes de un dígito.
La división no se producirá ni siquiera si ‘el que diga Petro’ es Daniel Quintero, que asquea a petristas ‘pura sangre’ como Gustavo Bolívar, o ideólogos auténticamente marxistas como Carlos Carrillo.
La repugnancia ética se termina cuando la línea se corre, dice el principio Guanumen de transparencia y coherencia políticas.
Guillermo Puyana Ramos
Abogado
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