Columnista

Trump está perdiendo la guerra geoeconómica

Mientras la Casa Blanca celebra —con justa razón— los avances diplomáticos en Medio Oriente, la batalla geoeconómica con China sigue sin ofrecer los resultados esperados.

Mario Carvajal
Mario Carvajal | Foto: El País

15 de oct de 2025, 02:30 a. m.

Actualizado el 15 de oct de 2025, 02:40 a. m.

En las últimas semanas, el gobierno de Donald Trump ha estado de celebración. Tras dos años de guerra entre Israel y Hamás y de ataques incesantes en Gaza, el presidente estadounidense logró un acuerdo que lo ubica entre el reducido grupo de mandatarios que han alcanzado un entendimiento entre palestinos e israelíes. Aunque el pacto tentativo —que incluye un cese al fuego y la liberación de rehenes y prisioneros de ambas partes— apenas se encuentra en su primera fase, constituye un hito: es la primera vez, desde los Acuerdos de Oslo (1993-1995), que se vislumbra una posibilidad real de paz duradera en Medio Oriente.

Como señala The Economist, esta nueva visión del proceso, lejos de centrarse en discusiones abstractas sobre mapas o reformas institucionales, busca de manera pragmática que Gaza sea reconstruida y gobernada por líderes independientes, que los grupos terroristas que controlaban el enclave se retiren y que se sienten las bases para la convivencia pacífica entre israelíes y palestinos. Aunque más limitada, esta aproximación podría convertirse en una ruta viable hacia una solución de dos Estados y, con ello, al retorno de la paz en la región. Aun es temprano para anticipar su éxito, pero resulta alentador que las partes estén dialogando en lugar de combatir, en una guerra donde la población civil de Gaza ha sido la principal víctima.

Sin embargo, hay un frente en el que el gobierno de Trump no está cosechando victorias, y es quizás el más decisivo para su presidencia: el geoeconómico. El 2 de abril de este año, Trump proclamó el ‘Día de la Liberación’, anunciando una batería de aranceles con los que prometía devolver a Estados Unidos su supremacía comercial y declarar el fin de la era del libre comercio. Entre los más altos figuraban los impuestos a China, que superaban el 100 %.

El problema es que Washington no pareció evaluar la profunda dependencia estadounidense de ciertos minerales estratégicos, sobre los cuales China ejerce un dominio global. Elementos como el galio y el germanio son esenciales no solo para las tecnologías de energía verde, sino también para los diodos emisores de luz (LED), las fibras ópticas y los dispositivos electrónicos de alto rendimiento. Del mismo modo, el antimonio —también abastecido principalmente por China— es vital en la producción de equipos militares de alta tecnología y como agente retardante de fuego.

En respuesta a los nuevos aranceles, el gobierno de Xi Jinping impuso restricciones adicionales sobre estos y otros siete elementos de tierras raras —samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio e itrio—, todos cruciales para la industria tecnológica. Ante esta reacción y la evidente falta de planificación estratégica, la administración Trump se vio obligada a retroceder en varios frentes de su guerra comercial con Pekín.

Así, mientras la Casa Blanca celebra —con justa razón— los avances diplomáticos en Medio Oriente, la batalla geoeconómica con China sigue sin ofrecer los resultados esperados. La ausencia de una estrategia coherente y sostenida a largo plazo, en contraste con la visión estructurada de Pekín, revela que Washington está perdiendo terreno. Solo el tiempo dirá si Trump logra revertir la situación, aunque su historial sugiere que la planificación estratégica no es precisamente su mayor virtud, un campo donde Xi Jinping le lleva clara ventaja.

Internacionalista de la Universidad Javeriana, magister en Estudios Latinoamericanos de University of Oxford y candidato a la maestría en Economía Política Internacional del London School of Economics. Analista de política internacional.

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