Columnista
Ser rico sale muy caro
¿Cuántas iniciativas se estarán quedando en buenas ideas por culpa de un Estado alcabalero que lejos de estimular la creación de nuevas empresas o la ampliación de las ya existentes lo que hace es poner trabas...?
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


5 de sept de 2025, 01:47 a. m.
Actualizado el 5 de sept de 2025, 01:50 a. m.
Hace como 40 años y con el convencimiento de que el dinero lo era todo en la vida, me dio por ganar plata, que dicen, y a fe que me comenzó a ir muy bien.
Mi modesta empresa de publicidad, a la cual un colega despectivamente llamó “un garaje con teléfono”, se comenzó a codear incluso con las multinacionales que aquí operaban y a quienes les competí con creatividad, eficiencia y gallardía.
Y, gracias a una economía casera que llaman, mis márgenes de ganancia eran superiorísimos, amén, de un trabajo de sol a sol y también a una actitud como es la de atreverse, que, junto con otra que es innovar, fueron la clave de mi discreto éxito.
Sin embargo, y equivocado que estuve por muchos años, consideré que el dinero era un fin y le rendía un culto un tanto exagerado, sin caer, eso sí, en excesos, en el todo vale y menos en negocios de dudosa reputación, fallando sí en dos palabras que aprendí a temer y que son la excesiva confianza.
Fue así como algunos de mis clientes se quebraron, unos para fuera y otros para dentro, y me tocó responder por ellos pagando hasta el último centavo.
Allí comprendí que el dinero no es un fin, sino un medio y, como dice la canción de Cole Porter, Begin the beguine, comenzando a dedicarle más tiempo a las campañas institucionales, al periodismo y a la música de mi piano viajero que va de allá para acá y de acá para allá.
No obstante, y como buen geminiano, suelo tener ideas descabelladas, locas y hasta muy rentables, pero como los años no viene solos, le hago el quite a esos cantos de sirena y prefiero sumergirme en los boleros imposibles, en las bandas sonoras de las películas y hasta en componer alguna que otra melodía del arrabal o del corazón que para los efectos es lo mismo.
A pesar de todas las consideraciones anteriores, les confieso que recientemente la tentación de la riqueza volvió a tocar mi puerta, esta vez en un amanecer de plenilunio y acepté echarle números al tema a pesar de que me dije que esto tan bueno no lo dan gratis.
Y con mi promitente socio -a quien le llamo Don Próspero habida cuenta su afamada fama de Rey Midas- nos pusimos a hacer cuentas de lo que nos costaría poner a andar el negocio y lo que nos iban a costar los salarios, los parafiscales y demás impuestos, eran tales que nos terminaba saliendo lo comido por lo servido, así que desistimos de ese enriquecimiento lícito.
Y me pregunto ¿cuántas iniciativas se estarán quedando en buenas ideas por culpa de un Estado alcabalero que lejos de estimular la creación de nuevas empresas o la ampliación de las ya existentes lo que hace es poner trabas y obstaculiza esas fuentes de empleo, si ya está demostrado que en Colombia ser rico es muy costoso?
***
Posdata. Nos unimos o nos hundimos y nos jodimos.
***
Posdata 2. Yo hablo bien de Cali. ¡Hazlo tú también!
***
Posdata 3. Canalla la actitud de quienes están inventando que hay peligros de bombas en lugares concurridos de la ciudad. Hay que judicializar a estos terroristas que bien sabemos de dónde vienen.

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.
6024455000





