Columnista

Relación a distancia

Seguir a tu equipo desde el exterior muchas veces es madrugar para sufrir.

Daniel Molina
Daniel Molina | Foto: El País

8 de may de 2025, 02:39 a. m.

Actualizado el 8 de may de 2025, 02:39 a. m.

El otro día, horas antes del partido del Cali contra Medellín en el Atanasio Girardot, programé la alarma para la 1:00 de la mañana. Fallé. No me levanté. Pero lo que sí recuerdo es que esa madrugada soñé que me levantaba a ver el celular y que habíamos ganado 1-0. Lo difícil fue cuando desperté, agarré el móvil y corroboré que el sueño había sido solo eso, porque el marcador había sido un aburrido 0-0.

Esa es solo una pequeña anécdota de lo que representa seguir al equipo de tus amores cuando vives en el exterior y la diferencia horaria que, en ocasiones, supone un verdadero problema para la ‘relación’. Porque las relaciones a distancia no son solo entre personas, sino también entre uno y esas pasiones que, por mucho que te esfuerces, no puedes dejar atrás.

Otra noche (casi madrugada) me vi a oscuras frente al computador portátil gritando en silencio para no despertar a nadie mientras el Cali sufría por no poderle ganar a Águilas de local. Un panorama que se ha repetido a lo largo del semestre. A veces me digo: ¿Para qué seguir madrugando? ¿Vale la pena asumir la falta de sueño a lo largo del día siguiente por un equipo que definitivamente no despega?

Porque muchas veces la gente se compadece del hincha que va al estadio, hace una fila y paga una boleta con muchos sacrificios. Pero nadie piensa en esos fanáticos regados a lo largo del mundo que a veces hacen esfuerzos sobrehumanos por no dormirse y seguir fiel a su pasión, a su sentimiento, así este, muchas veces, le represente irse solamente dos o tres horas a la cama con una tristeza atorada en el pecho.

Sinsabores que a veces se compensan, como por ejemplo en el triunfo 1-0 ante Nacional, que fue más sufridera que otra cosa; o el 3-1 sobre Equidad, que terminó siendo alegría luego de la frustración de empezar perdiendo contra un equipo que no le había ganado a nadie en el campeonato hasta ese entonces.

Al final te das cuenta de que, pase lo que pase, sea cual sea el resultado, hay sentimientos que son para toda la vida y que la distancia no hace más que fortalecerlos a pesar de las adversidades, como por ejemplo perder un clásico contra el rival de toda la vida o no lograr la clasificación a las finales. Quizá eso es lo más lindo que tiene esta pasión sin límites llamada fútbol, que traspasa las barreras y genera sentimientos fieles y desinteresados.

Al menos por lo que queda del semestre quedarán tres desveladas más (Alianza, Santa Fe y Once Caldas), tres madrugadas en las que, solo y en silencio, seguiré fortaleciendo esa relación a distancia sin importar el resultado final.

Periodista apasionado por los deportes, los goles, la literatura y la redacción digital. Vinculado a mi casa, El País, desde el 2013.

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