Columnistas
Recomponer la hegemonía
La hegemonía filantrópica se resquebrajó y dio lugar a una sociedad asediada por la violencia y la proliferación de grupos armados.
Recientemente, la Seccional de Valle del Cauca de la Andi hizo un reconocimiento a dos empresas centenarias del Departamento: Manuelita y Carvajal. Este es un reconocimiento muy merecido, un reconocimiento a varias generaciones de dos familias que han consolidado sus empresas, no solo en Colombia. Una de las familias conservadora y urbana, la otra liberal y vinculada al campo. Ambas identificadas con el respeto a la ley y la defensa de las instituciones estatales; ninguna de ellas vinculada con el narcotráfico y el paramilitarismo.
En las dos, se pueden constatar apoyos filantrópicos a la educación, a la salud, a los sectores deprimidos. Algunos de sus miembros se dedicaron al servicio público. Hay que reconocer que no son las únicas familias que pueden ubicarse en el mismo tipo social de ‘empresarios regionales exitosos y filántropos’. Hay unos cuantos más, muy significativos, que se cuentan con los dedos de la mano. Este rasgo llevó al investigador John Walton, ya en 1977, a escribir un texto resaltando, comparativamente, el caso de Cali en América Latina: ‘Elites and Economic Development’ (Texas University Press).
En resumen, hay familias de empresarios exitosos que se vinculan con el funcionamiento del Estado y promueven el desarrollo económico y social con éxito de sus regiones. Se construye así una forma de gobierno y dominación, entre los ciudadanos de arriba y de abajo, que podemos denominar ‘hegemonía filantrópica’, en la que los diferentes sectores de la sociedad conviven dentro del proyecto hegemónico con rasgos de cohesión, solidaridad, respeto por los demás ciudadanos y relativamente menos violencia.
Se presentaron situaciones que incidieron en el cambio de la hegemonía filantrópica desde finales de los años 70, con las amenazas de toma del poder por varios grupos guerrilleros y con el ascenso pronunciado del narcotráfico y del paramilitarismo. La hegemonía filantrópica se resquebrajó y dio lugar a una sociedad asediada por la violencia y la proliferación de grupos armados. Pasaron a dominar los intereses privados en el Estado y se transitó a una forma de dominación ‘para-mafiosa’ que penetró la economía, la política y la sociedad misma. Hoy, nos encontramos en un momento de cambio hegemónico.
En un reciente encuentro sobre la situación regional auspiciado por Corficolombiana, la Gobernadora del Valle y el Alcalde de Cali hicieron énfasis en el tema de la seguridad y del control estatal territorial. También en la necesidad de aumentar la inversión pública, así sea con préstamos, garantizando el buen manejo de los recursos y la pronta ejecución de las obras. Estuvieron acompañados por tres jóvenes mujeres, dirigentes del sector privado, que subrayaron temas como la confianza, el empleo y el trabajo colaborativo.
Los expositores le hicieron exigencias al Gobierno de respeto a la institucionalidad, pero no se puede afirmar que sostuvieran posiciones ‘antipetristas’, como están de boga entre el público. El Director de El Tiempo, coordinador del foro, percibió el cambio de clima que se respiraba en las intervenciones y se aventuró a decir que era un ambiente único, comparativamente, con lo que sucedía en otras ciudades. Es solamente un indicador, parcial es cierto, de un cambio en la hegemonía local, asunto que requiere de tiempo.
Otra manifestación implícita en el conversatorio: es fundamental que el Gobierno pueda terminar su período en el 2026. Es incierto quién siga en el Ejecutivo. Puede ser un candidato del Pacto Histórico, o bien uno promovido por el Centro Democrático, o bien uno del centro político. En mi opinión, los empresarios están divididos al respecto. Para avanzar como nación, se requiere consolidar una cultura democrática de gobierno y oposición, elecciones periódicas y rotación en el poder.