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¿Qué va a pasar con Estados Unidos?
Quienes hoy saben leer el contexto con inteligencia estratégica estarán mejor posicionados cuando la niebla se disipe

Álvaro Benedetti
7 de abr de 2025, 01:04 a. m.
Actualizado el 7 de abr de 2025, 01:04 a. m.
Estados Unidos no está cayendo, está atravesando una redefinición intensa, cargada de contradicciones, que exige mirar más allá de las apariencias. El retorno de Donald Trump al centro del escenario político no es un fenómeno aislado, sino la continuación de una dinámica que lleva años tensando los límites institucionales. No gobierna con un Congreso completamente alineado, enfrenta causas judiciales relevantes y su margen de maniobra, aunque amplio, no es absoluto.
El sistema, con todas sus fisuras, resiste. Las instituciones clave —el poder judicial, los medios, la sociedad civil— siguen cumpliendo su rol, aun bajo presiones inéditas. No se trata de una democracia inmune a los sobresaltos, pero sí de una arquitectura política que conserva capacidad de contención frente a los impulsos más extremos.
La economía, mientras tanto, avanza en dos velocidades. Sectores estratégicos como tecnología, defensa, biotecnología y energía, continúan generando empleo e innovación. Pero las tensiones comerciales impulsadas desde Washington están reconfigurando, como no ocurría en décadas, el equilibrio global. La confrontación con China y otros socios amenaza con escalar hacia una guerra arancelaria de gran alcance, con efectos sobre cadenas de suministro, inversión extranjera y precios al consumidor.
El impacto ya se hace sentir: inflación persistente, tasas de interés elevadas y una deuda pública que condiciona la respuesta del Estado. Aunque muchos buscan evitar una recesión técnica, su eventual llegada entre 2025 y 2026 es una posibilidad real. No es momento de alarmismo, pero sí de lucidez estratégica en tiempos de alta fricción global.
A esto se suma una fractura social que ya no es circunstancial, sino estructural. Dos narrativas compiten: una que apuesta por la ciencia, la diversidad y la apertura; otra que se aferra a valores tradicionales con una mirada más cerrada del mundo. Esta polarización ha debilitado el consenso, pero también ha reactivado sectores que se niegan a ceder el porvenir sin dar la batalla: universidades, empresas tecnológicas, movimientos civiles. Por suerte, no todo gira en torno al poder central.
No se trata de adivinar cada paso de Trump, sino de comprender el tablero más amplio. Su avance —o retroceso— dependerá del equilibrio institucional, del impacto real de sus políticas y de la capacidad de la sociedad para responder. Hay razones fundadas para pensar que Estados Unidos retornará, más pronto que tarde, a una senda liberal: una visión de liderazgo cooperativo, con vocación por la apertura y la colaboración internacional. Esa brújula, aunque a veces oscurecida, está lejos de perderse.
En cada crisis hay quienes se paralizan... y hay quienes se preparan y anticipan sus victorias. Las oportunidades no desaparecen; solo cambian de forma. Quienes hoy saben leer el contexto con inteligencia estratégica estarán mejor posicionados cuando la niebla se disipe. En esa transformación, se abren espacios para nuevas ideas y voces con visión. Porque incluso en la incertidumbre, hay algo que permanece: la necesidad de talento, experiencia y perspectiva global para construir futuro.
Álvaro Benedetti
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