Opinión
Pobres criaturas
¿De ciencia ficción? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Una parodia? ¿Un homenaje a Frankenstein? ¿Una oda a la vida? ¿Una protesta feminista?
Sabía que era una película complicada, otra extravagancia del director griego Yorgos Lanthimos señalado en su país como líder de la ‘Ola Rara’ (Weird Wave) y en un principio, no quise verla. Se viven momentos tensos y preocupantes y no me sentía capaz de mantener la lucidez y la paciencia para aguantarla. Hasta que vi los trailers y algunas escenas que ofrecieron a la hora de otorgarle el Óscar a la mejor actriz del año a Emma Stone, y tres Óscares más (producción, maquillaje y vestimenta). Y me encantó. Es más, me pareció una obra maestra que se merecía también el Óscar a la mejor película por su originalidad y sus innovaciones.
Una verdadera hazaña que sorprende y transmite un valioso mensaje, a través de la mirada de su protagonista principal y de situaciones extremas, así como comportamientos únicos. El todo tratado de manera fluida, que sería ridícula o absurda, al menor descuido. Yorgos Lanthimos es sin duda el experto de lo ‘raro’, que no se descuida y todo lo consigue.
Conocí a este magnífico y singular director en el Festival de Cannes del año 2015, cuando presentó su peculiar película ‘The Lobster’ (La langosta). Luego volvió los años siguientes para imponerse con ‘The killing of a sacred deer’ y ‘The Favourite’ que también se distinguen por su peculiaridad. Nos cuentan que ahora prepara una nueva película prometedora, dentro del mismo patrón, titulada ‘Kinds of Kindness’ y justamente con Emma Stone. Su público la está esperando.
Volviendo a ‘Pobres criaturas’, la última y mejor película de Lanthimos, no se sabe cómo catalogarla. ¿Una comedia negra? ¿Un carnaval de extravagancias? ¿Una película de horror? ¿De ciencia ficción? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Una parodia? ¿Un homenaje a Frankenstein? ¿Una oda a la vida? ¿Una protesta feminista?
Para mí es todo esto y más. Adaptada de un libro que lleva el mismo título, la película se ubica en Inglaterra, en plena era victoriana, a finales del Siglo XIX. Cuenta la historia de un científico loco, pero genial (Dr. Godwin Baxter interpretado por Willem Dafoe), que resucita a una joven mujer (Emma Stone) embarazada. Ella se suicida, arrojándose del Puente de Londres y luego no recuerda su vida pasada. El científico le injerta el cerebro del niño o niña que lleva, la llama Bella Baxter y la cría como si fuera su hija.
Ella lo ama y lo llama ‘Dios’, pero crece. Se vuelve adulta y se comporta como un recién nacido, caprichosa, gritona, tira los platos, escupe la comida, baila con histeria y se enfada con facilidad. Además, camina mal, habla mal y piensa mal. Hasta que -con la monitoria de un ayudante-, se le despertaron las ganas de aprender y explorar su vida afectiva y sexual. Entonces acepta la invitación de un abogado aventurero que se enamora de ella y la lleva a viajar en barco a Alejandría, a Lisboa, para terminar trabajando en un burdel en París. Entretanto madura, se gana buenos amigos y afirma su identidad. Siempre libre, sincera, honesta, en pleno control. Y sin prejuicios.
Una historia extraña que Lanthimos filma con gracia y convierte lo que podía tornarse en pesadilla, en una poesía y una oda a la vida. Y una fotografía exquisita con una primera parte filmada en blanco y negro en un London austero y frío. Luego le mete color y todo se vuelve alegre y radiante con el rosado, el amarillo y el azul y otros colores vivos que semejan las postales de antaño. La ropa, los peinados y el maquillaje juegan un papel importante y cambian, según el contenido. Dramáticos y voluminosos en los momentos de crisis existencial para volverse sencillos y modernos en las escenas finales, cuando Bella Baxter encuentra la felicidad en su vida y en los estudios que persigue para continuar la labor de su padre adoptivo.
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