Columnistas
Negret en el Reina Sofía
Basta con decir que expone de forma permanente el Guernica de Picasso, el cuadro más emblemático del Siglo XX, siglo de guerras mundiales y revoluciones proletarias.

Carlos Jiménez
11 de abr de 2025, 02:06 a. m.
Actualizado el 11 de abr de 2025, 02:06 a. m.
Manuel Segade, el nuevo director del Museo Reina Sofía, de Madrid, ha decidido sacar de los almacenes de la institución tres esculturas que llevaban décadas ocultas y acumulando polvo. Esculturas del español Martín Chirino, el venezolano Jesús Soto y del maestro Negret.
Las tres, cada una en su estilo, son magníficas, y es de agradecer a Segade que salgan a la luz pública y puedan ser contempladas por los visitantes de las terrazas del edificio Nouvel, parte del imponente complejo arquitectónico que sirve de sede al más importante museo de arte moderno y contemporáneo de España.
Basta con decir que expone de forma permanente el Guernica de Picasso, el cuadro más emblemático del Siglo XX, siglo de guerras mundiales y revoluciones proletarias. A mí la decisión del actual director del Reina Sofía me ha alegrado porque me ha permitido ver por primera vez Vigilante rojo, una espléndida escultura de Edgar Negret, fechada en 1979. Es decir, en los años en los que mantuve una intensa relación personal con Edgar Negret, a quien solía visitar en su casa taller del norte de Bogotá, y con quien mantuve largas conversaciones sobre su vida y su obra. En el curso de las mismas me contó cuán importante había sido para ambas su encuentro con el escultor Jorge Oteiza, una de las figuras cruciales de la vanguardia artística española de la segunda mitad del Siglo XX.
A Oteiza el estallido de la guerra civil española le sorprendió en Buenos Aires, de donde viajó primero a Chile y tiempo después a Bogotá, donde supo que la Universidad del Cauca necesitaba un profesor de dibujo, por lo que decidió viajar a Popayán, donde obtuvo fácilmente el puesto. Su nombramiento coincidió, sin embargo, con la polémica desatada por un busto de Guillermo Valencia, obra del jovencísimo Negret que, por su audacia Art decó, indignó a los muy conservadores partidarios del patricio payanés. Ni corto ni perezoso, Oteiza se metió en la polémica, apoyando públicamente a Negret y tildando de ‘ignorantes’ a sus críticos. ¿El resultado? Que a las tres semanas de llegado se había quedado sin trabajo ni casa. Le salvó la generosidad de Negret, que lo invitó a vivir en su gran casa de las afueras de Popayán. Durante su estancia allí puso a Negret al corriente de lo que hacían las vanguardias artísticas europeas de entonces y le dio la confianza en sí mismo y en su obra, que resultó crucial para su futuro artístico.
Carlos Jiménez
Historiador y crítico de arte. Profesor de la Unviersidad Europea de Madrid y corresponsal de la revista ArtNexus en España. Es columnista del diario El Pais de Cali desde 1994.
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