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Medicina sin engaños

Los médicos, los que estudian largos años, los que pasan exámenes, los que ascienden en un estricto sistema de filtración de calidad, los que siguen estudiando toda la vida, son sometidos a toda clase de normas, regulaciones, restricciones, algunas llegando al nivel de la ridiculez.

13 de abril de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky
Alberto Castro Zawadsky

¿Qué nombre recibe la medicina basada en evidencia científica, que sigue un riguroso método para corroborar la validez de los procedimientos diagnósticos y terapéuticos? Medicina.

¿Qué ocurre con un tratamiento alternativo, natural, ancestral, herbal, tradicional, chino, cuando se demuestra que sirve usando el método científico? Entra a formar parte de la medicina.

El bioquímico español J. M. Mulet, enseña en su libro la evidencia que respalda a las llamadas opciones alternativas y muestra por qué algunos funcionan a medias, y cómo muchos son engaños de mentes confundidas con buenas intenciones, y muchos otros no son más que un tramposo negocio.

Porque la verdad es que la medicina (sí, así a secas) es a donde acuden la mayoría de los mortales cuando se enferman o se accidentan, incluyendo los que viven de criticarla usando métodos ‘alternativos’.

Válido que en una sociedad libre, haya otras opciones para diagnosticar y tratar enfermedades.

Lo que viola derechos elementales, es la intervención del estado con acciones claramente asimétricas y abusivas.

Los médicos, los que estudian largos años, los que pasan exámenes, los que ascienden en un estricto sistema de filtración de calidad, los que siguen estudiando toda la vida, son sometidos a toda clase de normas, regulaciones, restricciones, algunas llegando al nivel de la ridiculez. Acosados por la presión de atender consultas y cirugías, con equipos cada vez más precisos y costosos, no tienen tiempo ni mente para llenar tanto requisito y documento. Aparecen, convenientemente, empresas que hacen el trabajito por valores que van sumando para aumentar el costo de sostener una práctica ética y de calidad, y el valor que paga el paciente.

En cambio, si el alternativo se llama curandero, brujo, yerbatero y su método incluye leer cartas, aplicar el zodiaco, fumar al enfermo, crackear huesos, vender pastillas de azúcar y agua con nombres pseudocientíficos, clavar agujas o cualquier otro tipo de pase mágico, que no esté respaldado por evidencia científica alguna, el Estado le da plena libertad de funcionar sin ningún control. La celebración de la ignorancia que venera lo ‘natural’ y ‘ancestral’, convertida en brazo legal para perseguir y restringir la medicina real con sus odiados químicos, láseres, equipos sofisticados, a la que siempre acuden los enfermos de verdad.

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