Columnistas
Cables de alta tensión
Son dolorosos la desazón y el desconsuelo de quienes creemos en Colombia. Aún vemos que la gente se levanta a trabajar, tratando de ignorar las noticias, para pasar el difícil trance diario sin amargura.

Eduardo Nates
16 de abr de 2025, 02:43 a. m.
Actualizado el 16 de abr de 2025, 02:43 a. m.
Tratándose de ‘papayazos’, hacía mucho tiempo que no oía uno tan sonoro como el que dio nuestro inefable Presidente en la reunión del ‘sainete ministerial’ del 7 de abril; esa abominable reunión por la televisión que le han recomendado no hacer para no mostrar ‘el cobre’ de su cúpula gubernamental.
Francamente, yo no podía creer lo que estaba oyendo, cuando Petro inquiría -con ese aire de ‘sabiduría soberbia’- al gerente de Ecopetrol: “¡Hermano, por qué no está importando gas por los cables de energía eléctrica de Panamá!”.
Más por la dignidad presidencial que por el sujeto en sí, no me gusta repetir las expresiones de las redes sociales como: “¿Cuántos se habría metido?”.
Parece mentira, pero es desconcertante la ignorancia del tipo. Peor, cuando todo el día vocifera contra las tarifas y las empresas de servicios públicos, con expresiones grotescas, atrevidas y calumniosas. Decir que hay que traer gas por las líneas eléctricas de Panamá no solo es un disparate absurdo, sino que no hay líneas de alta tensión que nos conecten con ese país, cruzando el tapón del Darién.
Menos mal que todavía no era inquilino de la Casa de Nariño cuando llegaron a instalar la ‘televisión por cable’, porque le hubiera dicho al operario que ‘atravesara el cable por la habitación, pues le serviría para colgar la ropa sucia’.
Es también una grave afrenta a la dignidad de ese despacho, el lenguaje que se utiliza y los vergonzosos atropellos al idioma. Y peor, la forma genuflexa como se dirigen los pseudo-ministros al Presidente, cuando presentan sus informes, creando un culto a la personalidad de Petro, que lo subyuga. Pero volviendo al gas, menos mal que las Farc, cuando azotaban al Cauca lanzando cilindros al aire, en época aciaga, no se percataron de que podían trasladarlos por las líneas de media y baja tensión de Cedelca.
Si pudiéramos hacer un símil del país con un vehículo repleto de pasajeros, y del presidente Petro con el conductor del automotor, habría que correr a quitarle las llaves y entregárselas, aunque fuera a Laura Sarabia, argumentando: ‘Ese man está muy borracho y nos va a matar’, pero, claro, corriendo el riesgo de que su complejo de persecución le recuerde su obsesión con el ‘golpe blando’ (como él bautiza cualquier reclamo a sus dogmáticas posiciones).
Son dolorosos la desazón y el desconsuelo de quienes creemos en Colombia. Aún vemos que la gente se levanta a trabajar, tratando de ignorar las noticias, para pasar el difícil trance diario sin amargura. No se trata de culpar a quienes lo eligieron y sufrieron el engaño del ‘cambio’. Pero con frecuencia me pregunto: ¿Qué pensarán íntimamente quienes corrieron a votar por Petro?
Desde el punto de vista de la oposición, es innegable que esa transmisión televisada de los consejos de ministros sirve para develar la incapacidad de quienes ha escogido Petro, últimamente, como miembros de su gobierno. Los que, en su mayoría, llegan a hacer ostentación de su resentimiento social. Quizás también puedan servir estos escenarios para darse cuenta del daño que irriga un presidente cuyo principal empeño es perpetuar la lucha de clases y repetir frases caducas.
Finalmente, no sobra reiterar la prevención contra la potencial ‘consulta populista’ con la que este gobierno nos metió ya en ‘modo campaña presidencial’, con el egolátrico propósito de evaluar sus posibilidades electorales y preparar las herramientas que tiene a su disposición, para tratar de perpetuarse en el poder, comenzando por los recursos del presupuesto nacional, que Petro cree que son suyos, tan absurdamente como querer traer gas por las cuerdas de alta tensión.
Eduardo Nates
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