Columnista
Los pasajeros del tren
Escojamos bien el vagón y la compañía. Al menos intentemos. No es tan difícil cambiarnos de anden.

1 de jul de 2025, 01:46 a. m.
Actualizado el 1 de jul de 2025, 01:46 a. m.
“Recuerdo esa ranchera acompañada de tragos y lágrimas, escuchando la tusa del desengaño amoroso…”. En el tren de la ausencia me voyyy, mi boleto no tiene regreso y el corazon palpitando de abandono.
Pero voy al grano. Los trenes, esos monstruos largos, metálicos, en los que se establecen relaciones momentáneas, el paisaje cambia cada segundo, el traqueteo silencioso pero rítmico, a veces metidos en túneles que atraviesan las entrañas de montañas gigantescas. Recuerdo hace unos años ir viajando Madrid - Oviedo. De pronto se desapareció abruptamente la meseta castellana, seca, árida, infinita y horas después de oscuridad total salimos a la luz enceguedora de la nieve en Los Picos de Europa. Creí que estaba alucinando.
Los trenes son la metáfora de la misma vida. Puntos de partida y finales. Lo demás es travesía. También nuestro paisaje cambia cada minuto y queda convertido en recuerdo. Rodeamos abismos, viaductos, túneles oscuros que parecen sin salida, atardeceres luminosos de alegrías e ilusiones. Cada uno a nuestro ritmo, cada uno en su carrilera, líneas paralelas, lágrimas de despedida, abrazos en reencuentros. Las estaciones son como hormigueros pisados, cada uno en corre – corre, buscando su vagón, su silla, su destino. Somos compañeros de viaje, pero cada uno baja solo en la estación final.
Leo emocionada ‘Los Pasajeros del Tren Hankyu’, de la escritora japonesa Hiro Arikama, que nos describe cómo miles de vidas de pasajeros se entrechocan a diario en sus vagones, cómo a veces sus pasajeros se relacionan momentáneamente o ese encuentro fortuito cambiará sus vidas para siempre.
“…Más que una oda al viaje, esta novela es una invitación a detenerse y reflexionar sobre uno mismo, un elogio de lo imprevisible y cómo un encuentro fortuito quede producir un sacudida en nuestras vidas”. Pienso en el libro. Caigo en cuenta, una vez más, que no existe el azar, que no es cuestión de suerte, que de pronto sí estamos dirigidos por hilos invisibles que nos llevan y nos traen a eso que llamamos destino. Y que todo tiene algún significado, por pequeño que sea. Que las casualidades no existen, depende de cada uno la respuesta. Y así vamos por la carrilera, que hay que estar alerta para escuchar esa voz o susurro interior.
Libro refrescante en estos momentos de zozobra y demencia mundial. No bajarnos en la estación equivocada, no permitir que el pasajero de al lado nos contagie su mal humor, su olor, su resentimiento o mal aliento.Agradecer la compañía de alguien que nos enriquezca el momento.
Libro que nos libera, al menos por un rato, del torbellino exterior y nos recuerda, como decía el poeta Gonzalo Arango, “la Salida esta hacia adentro”. Escojamos bien el vagón y la compañía. Al menos intentemos. No es tan difícil cambiarnos de anden.
Posdata. Nydia Quintero. Mujer irrepetible. Dejó huella indeleble. Su Solidaridad por Colombia sí fue el verdadero cambio. Ejemplo a seguir. Valor, honestidad, generosidad, visión.
Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.