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Las mujeres ya no lloran y las ciudades facturan

En América Latina, las cifras, como sus caderas, no mienten. El tour ya supera los US$ 230 millones en ingresos, convirtiéndose en el más taquillero de una artista latina femenina.

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Paola Andrea Gómez.
Paola Andrea Gómez. | Foto: El País.

26 de oct de 2025, 12:08 a. m.

Actualizado el 26 de oct de 2025, 12:08 a. m.

Cuando un fenómeno global como Shakira despliega su vigencia en una gira que ya es histórica en cifras, la icónica frase de uno de sus éxitos, “las mujeres ya no lloran”, bien podría complementarse con “las ciudades facturan”. Porque, más allá del reencuentro con sus seguidores de distintas épocas, está toda la dinámica económica que genera a su paso.

En América Latina, las cifras, como sus caderas, no mienten. El tour ya supera los US$ 230 millones en ingresos, convirtiéndose en el más taquillero de una artista latina femenina. En Ciudad de México, por ejemplo, aseguran que el impacto alcanzó más de US$ 100 millones. En Brasil, Argentina y Chile, de manera Inevitable, el patrón se repitió. La música activó una economía entera, demostrando que un espectáculo masivo puede ser también una vitrina de desarrollo cultural y urbano.

En Colombia, su tierra, el regreso de Shakira en febrero se tradujo en una Antología monetaria. Los conciertos en Bogotá y Barranquilla dejaron más de US$53 millones, mientras que Medellín facturó cerca de US$ 12 millones en abril. La artista movió los ingresos, con más de 18.000 empleos directos e indirectos y una ocupación hotelera que, en varias ciudades, rozó el 100 %.

Y luego aterrizó en Cali, la ciudad que esperó 19 años para volver a verla. En tiempos recientes, los grandes tours parecían esquivar la Sucursal del Cielo, por no verla competente, pero el regreso de Shakira fue también un ‘Te felicito’ a la insistencia de la capital del Valle del Cauca.

Los cálculos dados esta semana hablan de un 100 % de ocupación hotelera; un impacto directo que superaría los US$ 21 millones, con más del 50 % de asistentes provenientes de fuera del departamento, y más de dos mil empleos temporales.

Las dos fechas de sábado y domingo han generado toda una logística, propia de eventos de esta talla, y son también una prueba de fuego, un ensayo general, para medir el aceite y evaluar si tenemos público y capacidad para giras de este nivel.

Si bien se han vendido boletas hasta el último momento, y quizás la segunda fecha fue una decisión demasiado ambiciosa (se subsidiaron y rifaron entradas), se espera que el balance final sea exitoso: ver a Shakira de nuevo en el Pascual, y acompañada del majestuoso Grupo Niche, es una oportunidad dorada que ojalá se catapulte.

El verdadero desafío vendrá cuando se apaguen las luces. Habrá que ver si todo se queda en el recuerdo de un fin de semana, en los videos en redes sociales del Waka Waka, La Bicicleta o La Tortura, o en los ‘Te aviso, te anuncio’ de los comunicados oficiales con Algo que se quede realmente para la ciudad. Cali debe capitalizar este impulso. Medellín apostó por la música urbana; Bogotá, por los grandes espectáculos. Nuestra ciudad tiene la oportunidad de hacerlo desde su autenticidad: su cultura viva, diversa y popular, su alegría sin fronteras.

Shakira, más que escenarios llenos, deja enseñanzas macroeconómicas. Porque el arte también paga nómina, llena hoteles, vende camisetas, dinamiza el comercio. Así cobra de nuevo sentido el estribillo: las mujeres ya no lloran, las ciudades facturan. Pero las que realmente prosperan son las que no son “torpe, traste y testarudas” ante los retos; las que invierten, planifican y aprenden a sostener la emoción. Las que siguen facturando, como debe ser.

@pagope

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