Columnista
El gato patas arriba
El engranaje institucional se atrancó con la precisión de un mecanismo que sabe defenderse, y dejó al Presidente girando en falso.
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3 de nov de 2025, 01:47 a. m.
Actualizado el 3 de nov de 2025, 01:47 a. m.
En política, como en la vida, hay momentos en que las imágenes dicen más que los discursos. Aquella del gato indefenso, patas arriba, retrata bien el presente de Gustavo Petro. Se defiende con uñas y dientes, pero desde la fragilidad del acorralado, sin fuerza real, solo el reflejo de quien perdió espacio para maniobrar y aún araña el aire, convencido de que el vértigo todavía puede parecer vuelo.
Sobraría decir que el Presidente hizo de la confrontación su impronta, que en ese pulso halló durante años la autenticidad que lo acercó a quienes lo admiraban por decir lo que otros callaban. Aquella intensidad, antes combustible, hoy pesa como una losa; todo resulta sórdido, revela cansancio, expone errores tácticos —los más filosos, los íntimos— y deja al descubierto el desgaste de un liderazgo que confunde la fuerza del impulso con la obstinación. Por cierto, sobran lecciones para los populistas de hoy y los que aún creen que su turno llegará.
Con bodegueros a sueldo, las redes —antes su refugio— se volvieron territorio hostil. Cada trino busca aclarar y solo aviva incendios, cada réplica abre grietas nuevas. Tal vez Twitter ya no le alcance, no por falta de palabra, sino porque el ruido terminó por devorar su sentido.
En los corredores internacionales persiste un murmullo que no se apaga; dentro del país, retumba como un megáfono sin filtro y se propaga en cada mensaje viral de WhatsApp. En la superficie asoma la Lista Clinton, y en el fondo se agitan versiones que rozan lo inverosímil y vinculan a su entorno con causas poco santas. Lo de ‘El Pollo’ Carvajal, lo de Otoniel, lo del Pacto de la Picota… joder. Todo suena a libreto de un guionista con exceso de imaginación y poco sueño. Nada oficial, nada confirmado, por ahora. Pero ya se sabe que en política la desconfianza viaja en jet privado, mientras las pruebas, cuando llegan, lo hacen en clase turista.
Al final, pesó más el poder establecido que el presidencial, no les quepa duda. El engranaje institucional se atrancó con la precisión de un mecanismo que sabe defenderse, y dejó al presidente girando en falso. En Colombia la gobernabilidad nunca ha sido sencilla; ni siquiera el clientelismo, tan corrosivo como eficaz, logró componer este episodio de mediocridad e idealismo, de propósito sin sustento, de discurso que pretende altura sin tocar el suelo.
¿Comparten conmigo que el tiempo pasa rápido? Al final, aquel felino hablantinoso no hizo tanto daño al país como se temió. Desde afuera lo retendrán sus biografías en árabe, esas que él mismo muestra con un cinismo casi poético. Terminada su función, muchos quisieran verlo vestido de naranja, aunque tal vez el destino no le conceda un juicio ni un final abrupto, sino algo más cruel y definitivo: la irrelevancia que llega cuando los adversarios dejan de combatir y los aliados dejan de escuchar.
Queda el consuelo de que el país saldrá airoso, incluso ante los ojos del mundo, gracias a la diligencia de otros, tan oportuna como calculada. En todo caso, persistirá algo de resignación y la amarga certeza del tiempo perdido. El gato que tanto se defendió terminará exhausto, mirándose al espejo, mientras la casa —esa que creyó suya— aprende, paso a paso, a vivir mejor sin él.
Claridades. Vergonzosa y pueril disputa en el Partido de la U entre el heredero Julián López, promotor de la ‘Nueva U’, y la hasta ahora indestronable Dilian Francisca Toro con su cortejo. Políticos profesionales, antes aliados y ahora ocupados en lavar los trapos fuera de casa. Sepan todos, no hay progreso ni visión, solo la pugna por el control de las clientelas territoriales. Mientras tanto, el Valle del Cauca sigue perdiendo terreno. Así son ellos.

Consultor internacional, estructurador de proyectos y líder de la firma BAC Consulting. Analista político, profesor universitario.
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