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La soledad

Conservar el interés por el mundo y las personas del entorno alienta el diario vivir, podemos sentirnos bien acompañados si se tiene la dicha de la comunicación con amigos o familia...

Helena Palacios
Helena Palacios. | Foto: El País

Helena Palacios

10 de abr de 2025, 02:46 a. m.

Actualizado el 10 de abr de 2025, 02:46 a. m.

Si algo inquieta la existencia es la soledad con sus contradicciones, porque se la padece o se la disfruta según lo disponga nuestra personalidad y las circunstancias.

De cualquier modo, como lo dijera el escritor y filósofo Albert Camus, “hay un rincón de soledad en cada corazón que nadie puede alcanzar”.

Más allá de la abundante literatura sobre las causas de estar solo voluntaria o involuntariamente, es inevitable considerar ese estado de vida en una conversación entre amigos, cuando resulta que es una tendencia mundial que nos toca.

De una lista de compañeros de promoción que revisamos para convocar y celebrar tantos años de haber salido de la universidad, encontramos que muchos viven sin alguien más en sus apartamentos.

Se habla de la soledad cuando los hijos se van, las parejas se separan o el poder y la fama quedan atrás, cuando vemos la de los lobos esteparios, la de los nómadas digitales que dan temor o la de la generación huérfana que inspiró a la banda de corazones solitarios, The Beatles. En la balada ‘Let it Be’ (1970) de Paul McCartney, basada en episodio de su vida, ese mantra - déjalo ser- encara las frustraciones o resquemores, habla allí la madre sabia: “Cuando la noche está nublada, todavía hay una luz que brilla”.

Aunque la soledad preocupa a la sociedad por sus repercusiones en la salud, también está la otra cara de quienes la asumen sin tener, por tal motivo, dicha connotación y ninguna infelicidad. Por supuesto que ello es posible para los que poseen condiciones que se lo permitan, y que por su modo de ser la prefiera o sepa llevarla, sin convertirse en un solitario aislado.

No se siente ni se está solo, cuando la mente y el espíritu están activos. Conservar el interés por el mundo y las personas del entorno alienta el diario vivir, podemos sentirnos bien acompañados si se tiene la dicha de la comunicación con amigos o familia, y el contacto personal en cuanta ocasión haya, así como la que nos prodigan las queridas mascotas, fieles compañeras. Contribuyen los chats y grupos de WhatsApp a acercar y estrechar lazos de amistad, así como el internet y las redes a conocer opiniones y acontecimientos que despiertan interés.

Como ya no podemos ni queremos vivir como en los tiempos de La Familia Ingalls en la casita de la pradera, una ciudad como Cali, aun con sus desafíos, brinda espacios amables para el conveniente encuentro con otras personas. Los parques, centros comerciales, el Bulevar del Río, miradores, museos, bibliotecas, restaurantes, entre otros lugares, hacen que provoque estar ahí y disfrutarlos en compañía.

Pero el mayor bienestar que ofrece nuestra ciudad es su conexión con la naturaleza y sus árboles, verdaderos aliados. Según investigaciones, “los árboles podrían ser la clave contra la soledad”, (https://www.codigonuevo.com) pues verlos, escuchar a los pájaros y a las plantas, disminuye la sensación de soledad en entornos urbanos con estas características, en comparación con los que no las tienen. También señalan que, sentirse más relajado y contento entre ellos, favorece el contacto con otros humanos.

Los árboles, a lo largo de avenidas y calles en Cali, acompañan al conductor, a los transeúntes y a los habitantes solitarios, o no de grandes edificios y casas, desde cuyos balcones o ventanas miran y respiran su frescura y la vida con las aves que albergan. Hace bien llegarle así al rincón inalcanzable del corazón.

Helena Palacios

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