Columnistas
La paz imposible
Una vez triunfante el NO al plebiscito el 2 de octubre de 2016, hasta ahí llegó la esperanza.
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25 de sept de 2025, 02:26 a. m.
Actualizado el 25 de sept de 2025, 02:26 a. m.
Al recibir la boleta de excarcelación domiciliaria el expresidente Álvaro Uribe fue a orar a la iglesia de Sabaneta, y su primera declaración fue decir que dedicaría todos los minutos de su libertad para trabajar por la libertad de Colombia. Si yo tuviera acceso al doctor Uribe, me gustaría que me explicara a cuál libertad de Colombia se refiere, porque no veo mengua alguna de los derechos de los colombianos para expresar lo que quieran e inclusive agraviar de diversas maneras al Presidente de la República.
Quisiera que el benemérito me contara en cuáles embajadas se han asilado adversarios del gobierno actual. Que me mostrara fotografías de gente huyendo para que no la alcance el brazo opresor de Petro. Que me informara por qué no son ciertos los datos económicos en cuanto a la baja de la inflación y del desempleo, y que me explique la razón por la cual el dólar está por debajo de los $4000.
Este mismo caballero fue el que sacó a la mitad de la población colombiana ‘a votar berraca’ en el plebiscito que refrendaba el Acuerdo de Paz tan difícilmente logrado en los cinco años de conversaciones en La Habana. Ese día murió la expectativa de paz de los colombianos, porque si la mitad del país no la quiere, nadie puede imponerla, ni total como la desea Petro, ni parcial.
Ni mis 3 hijos, ni mis 9 nietos, ni mi bisnieta Antonella, conocerán a su patria arropada con el manto de la paz.
Supongamos que el progresismo sea expulsado de la Casa de Nariño en 2026, pero Petro y sus seguidores no serán sacados de las fronteras nacionales, y montará una oposición tremenda porque si bien sea derrotado, su grupo político logrará tantas curules en Cámara y Senado, para frenar las iniciativas oficiales.
Y si triunfa el progresismo, Uribe y sus admiradores de la derecha, en la que forman César Gaviria, Germán Vargas Lleras, Efraín Cepeda, y las mentes calientes de las intrépidas senadoras Cabal, Valencia y Holguín, aparejadas con De la Espriella, Fajardo, Luna y demás vociferantes armarán tremenda gresca para entorpecer al presidente petrista.
El sostenido ataque al acuerdo con las Farc produjo las disidencias que prefirieron volver al monte, pues presumían que las armas oficiales los buscarían para eliminarlos.
Una vez triunfante el NO al plebiscito el 2 de octubre de 2016, hasta ahí llegó la esperanza. Luego de 50 años, sucesivos gobiernos trataron de derrotar a ese grupo subversivo con las fuerzas del Estado y no lo lograron. El intrépido Juan Manuel Santos tuvo el valor desde el mismo día de su posesión y en presencia de Uribe, que escuchaba al posesionado, contorneándose como culebra toreada, al decir que tenía en el bolsillo la llave de la paz con las Farc.
Desde aquel 7 de agosto de 2010, Santos ingresó a la lista de traidores del todopoderoso dirigente antioqueño cuyo odio por su sucesor escaló cota altísima, que ni el Papa Francisco pudo reducir cuando los citó a su despacho en el Vaticano, y que tuvo su máxima expresión con el trino agresivo que le envió Uribe a Santos cuando este y su señora fueron al Capitolio a expresar sus sentimientos de pesar por el vil asesinato de Miguel Uribe Turbay, en el que lo calificó de hipócrita y que nada tenía que hacer en ese sitio, pues le había entregado el país a los criminales.
Esas conductas me hacen concluir que la nuestra no es tierra fértil para la paz, porque cuando ni el Papa pudo lograrla, nadie tiene capacidad suficiente para implantarla.

Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.
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