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Inestabilidad diplomática

Entre 1998 y 2022, los gobiernos anteriores nombraron en promedio a 32 personas en estos cargos por período presidencial. El actual Gobierno ya supera ese promedio en un 59,4 %.

Mario Carvajal
Mario Carvajal | Foto: El País

23 de jul de 2025, 02:21 a. m.

Actualizado el 23 de jul de 2025, 02:21 a. m.

Este Gobierno no se ha caracterizado por su estabilidad. Según Cambio, entre agosto de 2022 y julio de 2025, Gustavo Petro ha nombrado a 55 ministros y más de 120 viceministros. Carteras como Hacienda, Deporte, Interior y Transporte han tenido hasta cuatro titulares distintos. A esa lista se suma la Cancillería, que ha estado encabezada por Álvaro Leyva, Luis Gilberto Murillo, Laura Sarabia y, actualmente, Yolanda Villavicencio como encargada. Pero la inestabilidad no se limita al cargo de ministro: la rotación interna en el Ministerio de Relaciones Exteriores ha sido una constante.

Una investigación de Diplomacia Abierta revela que, en menos de tres años, 51 personas han ocupado los 21 cargos directivos del Ministerio. En dependencias clave, como la Dirección de Asuntos Políticos Multilaterales o la Oficina Jurídica Interna, han pasado hasta cuatro titulares desde 2022. Para ponerlo en perspectiva: entre 1998 y 2022, los gobiernos anteriores nombraron en promedio a 32 personas en estos cargos por período presidencial. El actual Gobierno ya supera ese promedio en un 59,4 %.

Este nivel de rotación es preocupante por varias razones. En primer lugar, interrumpe la continuidad de la política exterior, que depende de la estabilidad institucional. Según un exministro del Gobierno, el proceso de empalme, conformación de equipos y ejecución de una agenda toma al menos dos meses. Esa curva de aprendizaje constante debilita la capacidad operativa del país.

En segundo lugar, la inestabilidad transmite un mensaje negativo a nuestros pares internacionales. Colombia aparece como un socio impredecible, con políticas sujetas a vaivenes coyunturales o intereses cambiantes del Ejecutivo. Esto mina su credibilidad y su potencial de convertirse en un actor estratégico en América Latina.

En tercer lugar, la alta rotación refuerza la percepción de que los funcionarios no tienen autonomía ni capacidad de deliberación técnica. Se espera de ellos que ejecuten, no que argumenten. Esto ha derivado en una política exterior ideologizada y ambigua. En el caso de la guerra en Ucrania, el Gobierno ha evitado pronunciamientos claros, a diferencia de su posición sobre el conflicto en Gaza. Esta falta de autonomía también se evidenció en la ausencia de una posición firme frente al fraude en las elecciones en Venezuela, donde la Cancillería se prestó para legitimar el proceso. Del mismo modo, la relación con Estados Unidos, nuestro principal aliado, se ha deteriorado, generando incertidumbre.

La falta de claridad también se refleja en decisiones adoptadas con escasa transparencia, como la adhesión de Colombia al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la Ruta de la Seda o el Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics. Estos procesos han estado marcados por el hermetismo.

De esta manera, la política exterior también ha sido víctima de la inestabilidad del Gobierno. La ausencia de una estrategia clara de largo plazo y la improvisación han debilitado la posición internacional de Colombia. Según la última encuesta de Pulso País, el 59 % de los ciudadanos desaprueban la política exterior del gobierno Petro. Si Colombia quiere recuperar su prestigio y credibilidad global, necesita una Cancillería técnica, estable y autónoma, y que no siga siendo una puerta giratoria para aliados políticos e ideológicos del primer mandatario.

Internacionalista de la Universidad Javeriana, magister en Estudios Latinoamericanos de University of Oxford y candidato a la maestría en Economía Política Internacional del London School of Economics. Analista de política internacional.

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