Columnista
El genocidio
La catástrofe humanitaria ocurre porque las grandes potencias son cómplices. No les ha importado el derecho, ni los convenios, ni la humanidad.

26 de jul de 2025, 01:28 a. m.
Actualizado el 26 de jul de 2025, 01:28 a. m.
Lo que sucede en Gaza es de dimensiones horrendas. Miles de personas, en su mayoría niños, víctimas inocentes integrantes de la población civil -no pertenecientes a Hamás y ajenas al conflicto- están muriendo, ya sea por bombardeos, por ataques terrestres, por falta de atención médica o por hambre, en medio del criminal bloqueo que impide la llegada de ayuda humanitaria. El mundo entero debería reaccionar.
Como se leyó en el periódico inglés ‘The Guardian’ -que recientemente dedicó su portada al genocidio- lo que hace Israel no es nada distinto de una sistemática destrucción de la vida.
La directora de enfermería de Médicos Sin Fronteras indica que la situación “es trágica; supera toda descripción, y los signos de hambre se multiplican en la Franja”.
Según Unicef, este criminal proceso ha dejado “una huella devastadora en la infancia. Casi todos los niños han experimentado el desplazamiento. Sus familias han quedo destruidas y sus hogares han sido reducidos a escombros. Los horrores de la guerra dejarán una huella traumática permanente en todos los niños y niñas”.
La catástrofe humanitaria ocurre porque las grandes potencias son cómplices. No les ha importado el derecho, ni los convenios, ni la humanidad. Solamente hay consideraciones de carácter político, como lo muestran recientes declaraciones del secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, ante los periodistas que le preguntaban sobre las muertes de miles de niños por inanición: “La gente que vive en Gaza no merece nada. Son animales salvajes que deben ser destruidos”.
Es algo terrible, que contempla a diario el mundo entero, desde la distancia, pero prácticamente en directo -gracias a la tecnología-, pese a los esfuerzos de Israel por presentar los crímenes como “errores”. Aunque también se han conocido videos elaborados por los propios asesinos, que los exhiben con orgullo.
Violación flagrante de fundamentales principios jurídicos internacionales. Constante atropello y vulneración de la dignidad humana. Gravísimos delitos que se están cometiendo sin cesar y sin control, a mansalva, contra personas totalmente indefensas. Verdaderos crímenes de lesa humanidad que no deberían quedar impunes.
Hechos inconcebibles y criminales, que los pueblos de muchos países rechazan en marchas multitudinarias, aunque son impotentes ante la inconcebible indolencia de quienes podrían poner fin al genocidio y no lo hacen.
¿Cómo es posible que tan criminales conductas tengan lugar en pleno Siglo XXI, supuestamente civilizado, avanzado, democrático, digno, que se dice respetuoso de los tratados internacionales sobre derechos humanos y de perentorias cláusulas del Derecho Internacional Humanitario?
El Papa León XIV ha llamado a un alto el fuego, pues, según sus palabras, en Gaza se está perpetrando toda una barbarie. Y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha anunciado que ese país reconocerá a Palestina como Estado soberano. La decisión será oficializada en septiembre, durante la Asamblea General de la ONU.
Ojalá muchos otros gobernantes entren en razón. Una cosa es la respuesta legítima de Israel a los crímenes cometidos por Hamás en octubre de 2023 y otra muy diferente la actividad criminal emprendida contra los derechos esenciales, los ataques a la población civil y la inhumana campaña de exterminio.
Debe pronunciarse, sin nuevos vetos, el Consejo de Seguridad de la ONU y deben actuar la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.
Exmagistrado de la Corte Constitucional