Editorial
Violencia en el campo
Doblar rodilla ante los actores armados rogando paz, es perpetuar el conflicto de tierras que décadas atrás dio origen a la espiral de violencia que hoy sigue desangrando al país.

26 de jul de 2025, 01:21 a. m.
Actualizado el 26 de jul de 2025, 01:21 a. m.
Ni siquiera en las épocas más aciagas de la violencia armada en Colombia, los campesinos y productores del agro habían padecido tanto el embate de la guerra como en estos últimos años con la paz total de Gustavo Petro.
Es desalentador, por decir lo menos, que un sector esencial para la sociedad, precisamente el que lleva el alimento a diario a la mesa de los colombianos y un dinamizador del primer orden de la economía, esté hoy a merced de los grupos ilegales y las bandas criminales.
El especial ‘Violencia en el campo’, publicado por El País, muestra cómo el Clan del Golfo, disidencias, Eln y bandas criminales que buscan con violencia posicionarse como interlocutores con el Gobierno, tienen azotado el agro con extorsiones, amenazas, desplazamientos, homicidios y quema de maquinaria, entre otros.
Grupos que han ridiculizado la política de paz total aprovechando el repliegue de las Fuerzas Armadas para fortalecerse territorial y militarmente, y que han infiltrado, a través de testaferros, diversos sectores del agro para blanquear las ganancias de sus economías criminales.
Porque lejos de replegarse para iniciar un proceso transitorio de diálogo, los grupos armados y las bandas criminales han acelerado su accionar y sembrado una nueva ola de zozobra y terror en las montañas del país para sacar mayor provecho en una negociación.
Más preocupante aún es que esa violencia ha apresurado la conversión de Colombia hacia un país cada vez menos rural. Donde los campesinos se están moviendo mayoritariamente a las ciudades, buscando seguridad para sus hijos y están abandonando las labores del campo.
Ninguna medida más contraria a la búsqueda de la paz en Colombia que permitir que el campo se siga consolidando como escenario de guerra. Doblar rodilla ante los actores armados rogando paz, es perpetuar el conflicto de tierras que décadas atrás dio origen a la espiral de violencia que hoy sigue desangrando al país.
La narrativa de paz total del Gobierno Nacional no puede ser razón para que campesinos y pequeños productores, que realizan una labor ardua y de enorme sacrificio, le sumen una preocupación más a lastres históricos como la pobreza y el abandono estatal.
Entre otras razones porque el sector político que hoy gobierna fue el mismo que durante los mandatos anteriores tomó la vocería y las banderas políticas alertando sobre las injusticias contra los campesinos y el abandono del campo.
Sin embargo, tres años después de asumir el cargo, resulta más fácil para el llamado gobierno del cambio privilegiar los grupos criminales en detrimento del campo e ignorar que toda decisión desde la capital del país tiene efectos en el agro. Porque cuando en Bogotá ventea, es el campo el que estornuda.