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Groenlandia
¿Estaremos volviendo a la diplomacia de las cañoneras?

9 de abr de 2025, 02:29 a. m.
Actualizado el 9 de abr de 2025, 02:29 a. m.
Aparece como un bloque blanco en la parte de arriba de los mapamundis, distorsionado en su tamaño por la metodología de pintar en un plano lo que es redondo. Lo de blanco se debe a que ese territorio, de más de 2 millones de kilómetros cuadrados, está casi totalmente cubierto de hielo. Visto en un mapamundi en forma de globo terráqueo, esta isla, Groenlandia, aparece entre el atlántico y el ártico, entre Escandinavia y Rusia, por un lado, y Canadá por el otro, una ubicación altamente estratégica en momentos en que la confrontación entre las potencias arrecia en el ártico, otrora zona de cooperación internacional.
Groenlandia hace parte de esas islas que los vikingos, esos feroces navegantes provenientes de Dinamarca y Noruega, ocuparon en el Atlántico Norte a partir del Siglo IX, que incluían también Islandia, Feroe y Terranova, esta última hoy parte de Canadá.
En 1814, la unión Dinamarca-Noruega se disolvió y los daneses se quedaron con las posesiones atlánticas. Islandia se independizó en 1944, en momentos en que Dinamarca estaba ocupada por los nazis. Groenlandia se separó de Dinamarca durante los años de la guerra y fue ocupada por EE. UU. para evitar que la isla cayera en manos de los nazis. Terminada la guerra, Dinamarca puso fin al estatus de colonia y anexó Groenlandia incorporándola como una provincia danesa otorgándole ciudadanía a sus habitantes, implementando el conocido estado de bienestar tan arraigado en Escandinavia, estableciendo el danés como lengua oficial y ofreciendo a los nativos la oportunidad de estudiar en universidades en Dinamarca.
El interés de Estados Unidos no es nuevo. En 1946, Washington ofreció 100 millones de dólares por la isla, oferta rechazada de plano por Copenhague, que, sin embargo, firmó un acuerdo de defensa mutua que le permitía a EE. UU. mantener sus bases militares en la isla. Hoy los americanos mantienen la base aérea y espacial de Pituffik. La importancia estratégica de Groenlandia en la actualidad se relaciona con el control de valiosas vías marítimas, minerales raros que se podrían extraer por el deshielo de la superficie, la pesca como reserva alimenticia, y petróleo y gas en su plataforma submarina.
La población de Groenlandia, 56 mil almas, goza de amplia autonomía y puede determinar en un referendo la posible separación de Dinamarca y constituirse en un Estado soberano. Sin embargo, más de la mitad de su GDP proviene de generosos subsidios daneses.
La agresiva política de la administración de Donald Trump hacia Groenlandia nos traslada a los colombianos a 1903, año en que perdimos Panamá tras todo tipo de maquinaciones jurídicas, políticas, diplomáticas y militares por parte de Estados Unidos, conducentes finalmente a la proclamación, el 4 de noviembre de 1903, de la República de Panamá. Con el tratado Urrutia-Thomson y el cheque de 25 millones de dólares nos volvimos los mejores amigos de Estados Unidos en el hemisferio, el respice polum que llamaba el presidente Marco Fidel Suárez. Coincidencialmente, ese mismo año Estados Unidos le compró a la misma Dinamarca las Islas Vírgenes por la misma cifra que le dio a Colombia.
Trump no ha descartado ninguna medida en su intención de hacerse a Groenlandia, incluyendo acción militar, tal como lo manifestó en su discurso de la Unión en febrero. “Groenlandia es nuestra”, exclamó. Las opciones que tiene Estados Unidos para quedarse con ese país son todas muy complejas, desde presionar a Dinamarca a través de altos aranceles a sus productos para que ‘venda’, promover un referendo en el que los habitantes acepten integrarse a Estados Unidos, hasta la más improbable pero no descartable de una invasión militar.
¿Estaremos volviendo a la diplomacia de las cañoneras?
Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.